EL INVITADO






Habían estado encantadores, nada más abrirle la puerta, le recibieron con un sonoro par de besos y todos se pusieron a cantar villancicos.

La comida fue espléndida y, en todo momento estuvieron rrellenándole la copa, con lo que su integración en aquella maravillosa familia fue haciéndose cada vez más fácil.

Le sentaron al lado de una chica hermosísima que le dedicaba unas miradas arrobadas que le hacían temblar.

Prácticamente no le dejaron hablar, salvo para soltar unas balbucientes palabras de agradecimiento por tantas atenciones.

Cuando deshaciéndose en halagos hacia la anfitriona consiguió llegar a la puerta  y despedirse, ya en el rellano respiró hondo y llamó a la puerta de al lado, pensando en una buena excusa que ofrecer por su retraso.

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