Atrapados en la red

                                                            foto obtenida de internet
   



Con una ilusión renovada día a día, se fue introduciendo lentamente, sin desfallecer, en el inmenso mundo de la red de redes.


Saber que todo lo que buscaba estaba en internet le subyugaba. Datos de todo tipo, empresas, estadísticas, deportes, música, cine, televisión, un mundo maravilloso al alcance de la mano.

Dada su afición por la novela negra, la ficción gansteril, y demás temas de los libros de misterio, crímenes, asesinatos y policiales varios, enseguida encontró un foro para poder intercambiar opiniones sobre diversos autores clásicos y los que se imponían en el momento actual, prioritariamente nórdicos.

En estas conversaciones, la mayoría eran o se suponía que eran, hombres, siendo la presencia femenina muy parca, aunque se hacían notar con sus disparatadas opiniones sobre los hechos luctuosos de las novelas y el sufrimiento de sus protagonistas.

Mezclando la ficción leída con la realidad soñada, empezó a dedicar más tiempo a una tertuliana, que le parecía lo suficiente madura cómo para tener una experiencia de la vida, que le hiciera aceptable su presencia, dado que no se hacía muchas ilusiones de ser una persona excesivamente sociable y cautivadora para ellas.

Aún así, se fue animando a medida que sus intervenciones eran cada vez más seguidas y aplaudidas por un publico femenino fiel, y de una forma un tanto disparatada, participativa en todo lo que iba expresando.

Ante eso, se fue haciendo ilusiones de ser una persona deseada, pensando en dejarse conocer por dicha mujer, para sondear que grado de realidad podían tener sus ilusiones donjuanescas.

Fue así, cómo se encontró, una tarde de otoño, en una céntrica plaza de la capital, sólo concurrida por turistas y carteristas, sentado en la terraza de un bar, con un libro dispuesto sobre la mesa en plan reclamo para su futura presa.

A veces cuando la economía menguaba, a María se le agudizaba el ingenio, para aprovisionarse de recursos, de una forma poco ortodoxa pero eficaz.

Había encontrado en la red, una forma sibilina de atrapar incautos machotes, con deseos de ligar, que tras unas sesiones de charla cada vez más intimista, deseaban conocerla de una forma apasionada, esperando verla caer rendida en sus viriles brazos, esperando que ella fuera  incapaz de negarles nada.

En éstas estaba, en tratos con un apasionado lector de noveluchos de serie b, seguramente detective aficionado, impregnado del espíritu de Marlowe, rebozado por la nieve nórdica.

Con sus habilidades lingüísticas, le había hecho creer, que tenía una novela en ciernes, de alto voltaje criminalistico, el cual necesitaba de sus consejos para darle el toque profesional adecuado y, ya de paso le pediría un dinerillo para su publicación, que sería un éxito rotundo, dada la aceptación de ese tipo de libros.

Quedaron en verse en una concurrido establecimiento del centro, al cual iría llevando una novela, de una conocida autora americana afincada en Italia; él por su parte quedó en ir con el último libro de un conocido autor nórdico muy prolífico.

Se vistió para la ocasión, se puso un traje chaqueta que le realzaba su figura gracias a una falda tubo ajustadita, con una blusa entreabierta para lucir un collar de perlas naturales grises, aposentadas en un incipiente escote perturbador.

Cuando llegó, con tiempo suficiente, lo vio sentado en una esquina de la terraza, como dispuesto a salir corriendo, si no le gustaba la partenaire.

Lo estuvo estudiando desde lejos, sin que él pudiese verla, le gustó, se veía un tipo de provincias arreglado, sin estridencias modernas ni cantadas paletas, parecía un profesor de instituto, interventor bancario o delegado comercial de zona.

No podría sacarle mucho, sería de esos desconfiados de pueblo, además con recursos limitados, la ropa estaba correcta pero nada de marca, los zapatos no estaban lustrados y tenían los tacones muy gastados.

Pero se podía intentar, seguro que con un par de insinuaciones correctas, sin entrar a trapo, se ofrecería a solucionarle la vida, parecía buena persona.

Decididamente no iría con traje, se pondría cómodo pero informal, con ropa usada y poco conocida, nada de rabiosa actualidad, cuanto más anodino mejor, zapatos usados, que lo viera como una persona justa de recursos, pero sin problemas.

Pidió un té verde, eso siempre queda bien a media tarde, lo del café es más vulgar, a si le daba un toque diferente a su presencia.

Enseguida la vio llegar, como entraba en el local y desde la barra le iba echando miradas furtivas, para calibrar sus valores, se hizo el tonto en todo momento, e incluso se hizo pasar por un tipo nerviosos ante una cita a ciegas.

Jugo con el foulard, quitándoselo y volviéndoselo a poner, con calculados gestos de espía, para mirarla con todo descaro sin que ella pareciera enterarse.

Después de estos juegos, ella salió del local y dando un rodeo, hizo cómo si viniese de la calle, parándose ante la mesa con una sonrisa amable y un :

- ¡Hola que tal! Eres Pedro.
- ¡Sí! ¿Y tú María no?
- ¡Claro! ¡jajaja!
- ¡Evidente! ¡jajaja!

Se dieron unos protocolarios besos en ambas mejillas, en las que apenas se rozaron, quedándose en el aire.

No entendía la manía del besuqueo, pero ahora lo hacían hasta entre hombres, lo cual evitaba alargando la mano con mucha antelación, creando una barrera protectora.

Entre risas nerviosas, y miradas sorpresivas, se dedicaron a explicarse la parte de sus vidas qué no les importaba dar a conocer, aunque en ambos casos, fuera de una manera sutilmente escenificada, para obtener su gramo de ventaja para sus aspiraciones del encuentro.

Ella, mucho más habituada  a las estancias en cafeterías de la gran ciudad, le sorprendió pidiendo un chocolate con churros, lo cual parecía no pegar con su aspecto de señora seductora que le había etiquetado de entrada.

Pensó que haciéndose un poco de pata la llana, rompería mejor el hielo del encuentro y lo descolocaría un poco, cómo así pudo entrever enseguida.

Comentarios sobre los libros qué llevaban cada uno, y de los gustos propios en particular, rompieron el hielo.

Él no se atrevió a decirle, que sólo había mirado la contraportada con la reseña y el resumen promocional de la editorial, pero bueno tampoco iba a examinarse.

Al cabo de un rato de cháchara intrascendente y de comentar las intervenciones en el foro, de otros personajes a cual más friki.

Empezaron a sincerarse y romper la cáscara de su personalidad hablando de ideologías políticas y dogmas religiosos en los que unánimemente no comulgaban, estaban encantados con el comportamiento de las autoridades en sus respectivas comunidades, donde los actos de corrupción era nimiedades infladas por la prensa, en un afán de vender noticias donde no las había.

Al estar cerca del Congreso de los diputados, se permitieron opinar sobre la marcha de la economía y lo bien que estaban tratando el tema de la crisis, el gobierno actual, todo ello sin asomo de rubor alguno.

En esto él le comentó que quería pasarse por el hotel, que tenían muy cerca andando, para confirmar su reserva y ver si le habían dejado algún recado, soltándolo así tal cual, sin cortarse
.
Ella pensó que ya le iba bien, siempre y cuando pudiera pasar lo más desapercibida posible, comprobó el sobrecito del bolsillo, y se dispuso para acompañarlo.

Fue así como los dos cogidos del brazo, como una pareja madura, intercambiando confidencias, él con su mochila al hombro y ella con su Gucci, donde se suponía estaba el borrador de su gran novela.

De este modo accedieron al establecimiento, donde pagó con tarjeta y recogió un sobre que le habían dejado sus compañeros de la central. 

Cuando se dirigió hacia ella, que hábilmente se había quedado fuera del foco de los recepcionistas,  para decirle que subía a dejar la mochila, ella tras comprobar en un rápido vistazo, que nadie se había fijado en su presencia se prestó rápida en acompañarlo.

Una vez en la habitación le comentó que era mejor darle un vistazo a su novela en aquel momento, mientras tomaban una copa, le dijo que le encantaba contemplar y probar los botellines del bar.

El estuvo de acuerdo y se excusó para ir al baño, momento que ella aprovechó para vaciar el contenido de el sobrecillo en un vaso al que añadió una buena dosis whisky con hielo.

Cuando Pedro apareció, con la cara refrescada y peinadito le agradeció el gesto y le propuso hacer un combinado, su especialidad muy apreciada por sus amigos, en realidad consistían en dos compañeros de trabajo, que en momentos desesperados, eran capaces de beberse una botella de colonia de las de litro.

Él también aprovechó el momento de la preparación, para ponerle en el azúcar que recubría el borde, una buena dosis, para una mujer de peso mediano, de unos polvos mágicos, que hacía maravillas, (se lo habían jurado), en la voluntad de las víctimas.

Cuando brindaron y bebieron con fruición de sus respectivos brebajes, la cara de ambos se les fue transformando, ella con visión nebulosa, vio cómo él empezaba a desmoronarse, quizás se había pasado en la dosis, agarrándose a ella se fue deslizando hacia el suelo, llevándose la falda con él.

Ella sin fuerzas por retenerlo, con los brazos vencidos, la cabeza encorchada, le rompió la camisa, en un esfuerzo inútil por evitar el desastre.

El totalmente inerte, agarrado a unas faldas cómo si le fuera la vida en ello, con el pecho descubierto, babeando en el suelo y farfullando en un intento de pedir auxilio.

María, desmoronada en el suelo, acogida por la mullida moqueta, con las faldas en los tobillos, mostrando sus enfundadas piernas, en unas oscuras medias, sujetas por un liguero negro seductor, de esos que llevan a la pasión más encendida.

Caída desmayadamente hacia atrás, mostraba toda la belleza de su cuerpo, teniendo  un balbuciente hombrecillo, rendido a sus pies.

Así fue cómo los encontraron las chicas del servicio de habitaciones, cuando fueron a abrir las camas, y asustadas, llamaron a la gobernanta, no sin antes ver si podían obtener algo interesante de aquella pareja de drogotas.








6 comentarios:

  1. Fascinante, Alfred, me encantó.
    Manejaste el suspenso de manera ideal, y nunca me pude ver venir ese final (brillante...)
    Te felicito, muy, muy bueno.
    ¡Saludos!

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    1. Muchísimas gracias, por tan alagadora crítica.
      Saludos.

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  2. Me encantó. Simplemente muuuuuy bueno.

    Un abrazo, Alfred

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  3. Está muy bien.
    El suspense es atractivo, la mujer super atractiva, que se encuentren por internet, produce más emoción. Es un escrito muy currado y está muy bien.

    Pero, ¡Me ha faltado algo se sexo!, un poco cómico.

    De todas maneras, ¡muy bien.!

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    1. Gracias! Esta pareja no tenía derecho a disfrutar un poco, dado lo egoistas que son.
      Un saludo.

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