Sorpresa al alba







Amanecía con esa luz lechosa de un día con nubes bajas, el comisario paso entre los curiosos, cuando  unos agentes uniformados levantaron la cinta que delimitaba el perímetro de protección,  al área del crimen.

Se encontró con el forense inspeccionando la victima y a los inspectores esperando su primer dictamen  y también la presencia del juez, para proceder al levantamiento del cadáver.

La silueta perfilada del cuerpo, para determinar donde estaba, cuando lo sacaran, le daba un aire americanizado al crimen.

Tapada con una manta de mudanzas, basta, oscura, deshilachada,  que le daba un aspecto cutre,  muy acorde con el barrio, que se quería recuperar, con establecimientos dedicados a las últimas tendencias en moda, decoración, salas de arte.

Sólo sus brillantes zapatos de charol, que asomaban por debajo de la manta, delataban una cierta clase, de la dama yacente.

Impresionaba la indiferencia ante la tragedia de todos los presentes, profesionales avezados para los cuales sólo era un caso más.

Como fuera de campo, en un escenario secundario, donde estaban los coches oficiales, una agente tomaba nota de las declaraciones de un testigo ciego, que fue el encontró el cuerpo, mejor digamos tropezó con el.

El comisario se acerco hasta ellos y les pidió que le relataran otra vez los hechos, con todos los detalles posibles, omitió la frase, por banales que parezcan.

Saúl, les contó que siempre se pasaba por una tienda de verduras ecológicas, que dada la alta caducidad de sus productos, le daban lo que no estaba apto para la venta.

Se lo preparaba en un cuarto que había en unos bajos, un almacén para guardaban muebles y artículos viejos, en donde le dejaban pasar la noche.

Recordó como oyó unos pasos apresurados de mujer, aparentemente sola, como luego, sin motivo aparente, se puso a gritar, pues no le pareció que discutiera con nadie.

No solían adentrarse  por el pasaje, era peatonal y aparentemente no parecía tener salida, pues de frente se veía un edificio, y la salida era en angulo recto. Aunque lo habían arreglado hacía relativamente poco, lo inauguró el alcalde saliente, cuando quería recuperar los votos perdidos del barrio, por la dejadez del concejal de su equipo de gobierno, responsable del mismo.

Estaba poco iluminado, por lo de evitar la contaminación lumínica y esas cosas, y con árboles demasiado grandes para el tamaño de la calle, en suma de noche daba miedo y sólo lo usaban los vecinos que sabían el atajo que era.

Cuando se dirigió hacia la mujer, orientándose por sus gritos dijo, que de golpe se hizo un silencio sepulcral, sin haber oído ninguna señal de pelea, ni de caer un cuerpo, ni nadie alejándose.

Dada la hora, y su apestoso aliento alcohólico, sus declaraciones, se pusieron inmediatamente en entredicho, cómo podía estar seguro de que no hubiera nadie más en la escena del crimen, si apenas se mantenía en pie.

Al comisario le pareció todo un tanto curioso, un negro, ciego, testigo de un crimen, cuya victima, una mujer blanca, relativamente joven, no aparentaba más de treinta y cinco, atractiva, a la cual no parecía que le faltase nada, parte del contenido del bolso estaba por el suelo, con la ropa intacta, menos el agujero sanguinolento en el pecho, las medias rotas y un abrigo rasgado.

Siempre podía decirse que le podían haber quitado un maletín o un porta documentos, alguna cosa así, pero parecía mas venir de una fiesta, por el modo en cómo iba vestida.

No parecía una agresión de carácter sexual, quizás un  intento de robo, también podía ser una venganza, un ajuste de cuentas, pero a una mujer no parecía probable.

El hecho de qué gritara a alguien, podía ser que increpase a un conocido,  un crimen pasional tal vez. pero no solían ser tan limpios.

El comisario se quedo contemplando el blanco bastón ensangrentado de Saúl, cuando éste se alejaba hacia su cuartucho, tras darlo las autoridades por no apto para declarar, movía el bastón haciendo arcos, de un lado hacia otro, del derecho y del revés, rozando el suelo.

Con lo cual, al tropezar con el cuerpo tendido, tenía que haberse parado, e inclinado hacia el suelo para saber que era una mujer muerta.

No le habría pasado por encima y tampoco le había clavado el bastón, que estaba manchado de sangre,.inmediatamente ordenó a uno de sus hombres, que fuera otra vez por él.

Evidentemente, ya no estaba.









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OSCURIDAD



                                                                  Farola de Internet



Salió de la boca del metro apresurada, a unas horas que era noche cerrada y con las calles muy poco concurridas.

Torció por una bocacalle adentrándose en un callejón muy mal iluminado, sus pasos resonaban en el silencio espeso de una noche fría.

Caminaba por el centro de la calzada, para evitarse sobresaltos por si alguien salía de algún sombrío portal de aquel barrio antiguo.

Sin decir que tuviera miedo, si le producía un cierto respeto andar por aquellas calles, en momentos tan poco transitados.

Las farolas estaban muy espaciadas, produciendo una luz mortecina, amarillenta, que justo alcanzaba a un par de metros a su alrededor, dejando una zona oscura entre ellas.

Tenía la vista al frente, los oídos prestos, atendiendo cualquier ruido o variación de luz, susceptible de producir cualquier acto sospechoso.

A pesar de todas sus precauciones, no se percató de la siniestra mirada de unos ojos turbios, que la observaban con delectación, como una pantera ante su próxima victima.

El ruido que produjo el seguro de la navaja, produjo en ella una reacción, erizando los pelos de la nuca, acelerando su ritmo cardíaco y provocando, pese a la fresca temperatura nocturna, que unas gotas de sudor le resbalaran por la frente.

Entre farola y farola, unos arboles  frondosos, estaban intercalados, haciendo fácil la ocultación, de alguien con ganas de no ser visto.

Ella, cual gacela descubierta en una sabana despejada, sin posibilidad de huida, y que se dedica a saltar para mostrar su agilidad que le permitirá esquivar a su depredador, se dispone a preparar una salida a su desesperación.

Es consciente de que sólo le queda continuar, acelerar el paso, e intentar salir del callejón para desembocar a la avenida, con la posibilidad de qué su mayor tráfico, le de una cobertura de salvación.

Tiene la edad justa, para entender lo que le puede suceder, la forma de intentar evitarlo, y la experiencia de no perder los nervios en el peor momento para ello.

Pero la angustia no se la quita nadie, clavando sus tacones de aguja, presurosa y escuchando el ruido  de sus medias al rozar las piernas entre si, se va acercando, de farola en farola, a su destino.

En estos momentos lamenta su fogosidad de carácter, que le hizo rechazar la posibilidad de ser acompañada, prefiriendo tras la discusión, mostrarse totalmente independiente.

Ahora, en su huida, un tanto aterrorizada, todo lo anterior le parecía una banalidad, la discusión en si, y el hecho de haber salido en plan desairada del restaurante.

Ensimismada y enfurruñada, no se percato de un cambio en el pavimento, torciéndose un tobillo, cayendo con tal ímpetu, que al intentar amortiguar el golpe, sacando el bolso por delante, este se le abrió, esparciendo parte de su contenido.

Romperse las medias por las rodillas fue lo de menos, mancharse con el agua sucia tampoco le gustó mucho, rasgarse un lateral del abrigo de cuero negro extra largo, tampoco le ilusiono, pero ver sus cosas, el teléfono, las pastillas, el pañuelo, su agenda, la barra pintalabios, el set de maquillaje, un peine....

Se levanto enfurecida, dispuesta a plantar cara a su escondido adversario, ya no podía correr, pero encontrar su abre cartas fetiche le daba el coraje necesario para increpar, gritar y maldecir, a la sombra, que le estaba acosando.

Cuando Saúl oyó los gritos, miro sin ver, hacía la salida del callejón, guardándose la navaja, con la que se había pelado una naranja, obsequio de la frutera de la esquina, cuando pasó por delante y ella estaba cerrando.

Cogió su bastón blanco, y preguntó con voz alta y clara, si necesitaba ayuda, disponiéndose a ir hacia los gritos de una mujer desesperada.


Cena de compañeros



                                                             Imagen obtenida de internet

Tenía que ser una cena especial, un encuentro con las compañeras recién  despedidas, pero por avatares de la vida, se fue desinflando en cuanto a su concurrencia, empezando y finalizando por las homenajeadas.

Así y todo la cena se llevó a cabo y, los participantes tuvimos la oportunidad de contar con la presencia incluso, de una antigua compañera, ausente de la empresa por voluntad propia.

Evidentemente, en la conversación el tema principal, fue ocurrentemente el susodicho despido, las causas objetivas y subjetivas del mismo, la marcha de la empresa a nivel económico, de resultados y de los posibles objetivos, cumplidos o no.

Dada la diferencia de ámbitos en la que participábamos  en la misma, la escasa o nula responsabilidad, en la ayuda en la toma de decisiones tan drásticas, las criticas se elevaron a las cabezas pensantes del barco y a su capacidad, manifiestamente discutida, de llevarlo por el buen rumbo a puerto.

Siendo conscientes, en base a la mayor o menor experiencia acumulada, que ello no es fácil, ni cómodo, ni oportuno, pues las decisiones hay que saber tomarlas en un tiempo determinado, antes de sus efectos se echen a perder.

Con los estómagos satisfechos, en la hora del epílogo, las anécdotas divertidas, los momentos jocosos, las situaciones superadas, las tristes despedidas, las presentaciones de novedades, tratadas por los concurrentes, desató unas risas contagiosas, que nos unían en nuestra travesía.

El peso de los ausentes no impidió, un repaso generalizado de todos los departamentos, con lo mejor de cada uno de ellos, que era mucho y variado.

Lo qué siempre me ha quedado claro, es que en una barca de remos, si un remero falla, se le sustituye, pero si se quitan efectivos, se tardará más en llegar a meta y no se ganará seguro.

Hemos de tener claro que si un elemento, no era el adecuado, o no era necesario para para la travesía, el encargado de la selección ha fallado en ella.

Está visto que si el ritmo, o el rumbo a seguir, impuesto por el patrón, no es el adecuado, las opciones de ganar, también se desvanecen.

En cualquier actividad, llevada a cabo por equipos, ya sean de carácter cultural, deportivo, político, social o de trabajo, la actuación del líder es fundamental.

Ha de cargarse el grupo y conducirlo, motivarlo y sacar lo mejor de su gente, la responsabilidad es suya los méritos se los adjudican, pero si no es así, los deméritos también.

El preocuparse en tener siempre la razón, imponerse en función del cargo ostentado, en nada beneficia a la buena marcha de una empresa.

Impide el flujo de ideas, el aprovechar convenientemente la información obtenida, de todos los colaboradores y la inmersión de estos en el proyecto.

Pero vendrán otros días, nos encontraremos ante la maquina expendedora del café, comentaremos a vuela pluma, los últimos rumores y seguiremos cumpliendo.

Atrapados en la red

                                                            foto obtenida de internet
   



Con una ilusión renovada día a día, se fue introduciendo lentamente, sin desfallecer, en el inmenso mundo de la red de redes.


Saber que todo lo que buscaba estaba en internet le subyugaba. Datos de todo tipo, empresas, estadísticas, deportes, música, cine, televisión, un mundo maravilloso al alcance de la mano.

Dada su afición por la novela negra, la ficción gansteril, y demás temas de los libros de misterio, crímenes, asesinatos y policiales varios, enseguida encontró un foro para poder intercambiar opiniones sobre diversos autores clásicos y los que se imponían en el momento actual, prioritariamente nórdicos.

En estas conversaciones, la mayoría eran o se suponía que eran, hombres, siendo la presencia femenina muy parca, aunque se hacían notar con sus disparatadas opiniones sobre los hechos luctuosos de las novelas y el sufrimiento de sus protagonistas.

Mezclando la ficción leída con la realidad soñada, empezó a dedicar más tiempo a una tertuliana, que le parecía lo suficiente madura cómo para tener una experiencia de la vida, que le hiciera aceptable su presencia, dado que no se hacía muchas ilusiones de ser una persona excesivamente sociable y cautivadora para ellas.

Aún así, se fue animando a medida que sus intervenciones eran cada vez más seguidas y aplaudidas por un publico femenino fiel, y de una forma un tanto disparatada, participativa en todo lo que iba expresando.

Ante eso, se fue haciendo ilusiones de ser una persona deseada, pensando en dejarse conocer por dicha mujer, para sondear que grado de realidad podían tener sus ilusiones donjuanescas.

Fue así, cómo se encontró, una tarde de otoño, en una céntrica plaza de la capital, sólo concurrida por turistas y carteristas, sentado en la terraza de un bar, con un libro dispuesto sobre la mesa en plan reclamo para su futura presa.

A veces cuando la economía menguaba, a María se le agudizaba el ingenio, para aprovisionarse de recursos, de una forma poco ortodoxa pero eficaz.

Había encontrado en la red, una forma sibilina de atrapar incautos machotes, con deseos de ligar, que tras unas sesiones de charla cada vez más intimista, deseaban conocerla de una forma apasionada, esperando verla caer rendida en sus viriles brazos, esperando que ella fuera  incapaz de negarles nada.

En éstas estaba, en tratos con un apasionado lector de noveluchos de serie b, seguramente detective aficionado, impregnado del espíritu de Marlowe, rebozado por la nieve nórdica.

Con sus habilidades lingüísticas, le había hecho creer, que tenía una novela en ciernes, de alto voltaje criminalistico, el cual necesitaba de sus consejos para darle el toque profesional adecuado y, ya de paso le pediría un dinerillo para su publicación, que sería un éxito rotundo, dada la aceptación de ese tipo de libros.

Quedaron en verse en una concurrido establecimiento del centro, al cual iría llevando una novela, de una conocida autora americana afincada en Italia; él por su parte quedó en ir con el último libro de un conocido autor nórdico muy prolífico.

Se vistió para la ocasión, se puso un traje chaqueta que le realzaba su figura gracias a una falda tubo ajustadita, con una blusa entreabierta para lucir un collar de perlas naturales grises, aposentadas en un incipiente escote perturbador.

Cuando llegó, con tiempo suficiente, lo vio sentado en una esquina de la terraza, como dispuesto a salir corriendo, si no le gustaba la partenaire.

Lo estuvo estudiando desde lejos, sin que él pudiese verla, le gustó, se veía un tipo de provincias arreglado, sin estridencias modernas ni cantadas paletas, parecía un profesor de instituto, interventor bancario o delegado comercial de zona.

No podría sacarle mucho, sería de esos desconfiados de pueblo, además con recursos limitados, la ropa estaba correcta pero nada de marca, los zapatos no estaban lustrados y tenían los tacones muy gastados.

Pero se podía intentar, seguro que con un par de insinuaciones correctas, sin entrar a trapo, se ofrecería a solucionarle la vida, parecía buena persona.

Decididamente no iría con traje, se pondría cómodo pero informal, con ropa usada y poco conocida, nada de rabiosa actualidad, cuanto más anodino mejor, zapatos usados, que lo viera como una persona justa de recursos, pero sin problemas.

Pidió un té verde, eso siempre queda bien a media tarde, lo del café es más vulgar, a si le daba un toque diferente a su presencia.

Enseguida la vio llegar, como entraba en el local y desde la barra le iba echando miradas furtivas, para calibrar sus valores, se hizo el tonto en todo momento, e incluso se hizo pasar por un tipo nerviosos ante una cita a ciegas.

Jugo con el foulard, quitándoselo y volviéndoselo a poner, con calculados gestos de espía, para mirarla con todo descaro sin que ella pareciera enterarse.

Después de estos juegos, ella salió del local y dando un rodeo, hizo cómo si viniese de la calle, parándose ante la mesa con una sonrisa amable y un :

- ¡Hola que tal! Eres Pedro.
- ¡Sí! ¿Y tú María no?
- ¡Claro! ¡jajaja!
- ¡Evidente! ¡jajaja!

Se dieron unos protocolarios besos en ambas mejillas, en las que apenas se rozaron, quedándose en el aire.

No entendía la manía del besuqueo, pero ahora lo hacían hasta entre hombres, lo cual evitaba alargando la mano con mucha antelación, creando una barrera protectora.

Entre risas nerviosas, y miradas sorpresivas, se dedicaron a explicarse la parte de sus vidas qué no les importaba dar a conocer, aunque en ambos casos, fuera de una manera sutilmente escenificada, para obtener su gramo de ventaja para sus aspiraciones del encuentro.

Ella, mucho más habituada  a las estancias en cafeterías de la gran ciudad, le sorprendió pidiendo un chocolate con churros, lo cual parecía no pegar con su aspecto de señora seductora que le había etiquetado de entrada.

Pensó que haciéndose un poco de pata la llana, rompería mejor el hielo del encuentro y lo descolocaría un poco, cómo así pudo entrever enseguida.

Comentarios sobre los libros qué llevaban cada uno, y de los gustos propios en particular, rompieron el hielo.

Él no se atrevió a decirle, que sólo había mirado la contraportada con la reseña y el resumen promocional de la editorial, pero bueno tampoco iba a examinarse.

Al cabo de un rato de cháchara intrascendente y de comentar las intervenciones en el foro, de otros personajes a cual más friki.

Empezaron a sincerarse y romper la cáscara de su personalidad hablando de ideologías políticas y dogmas religiosos en los que unánimemente no comulgaban, estaban encantados con el comportamiento de las autoridades en sus respectivas comunidades, donde los actos de corrupción era nimiedades infladas por la prensa, en un afán de vender noticias donde no las había.

Al estar cerca del Congreso de los diputados, se permitieron opinar sobre la marcha de la economía y lo bien que estaban tratando el tema de la crisis, el gobierno actual, todo ello sin asomo de rubor alguno.

En esto él le comentó que quería pasarse por el hotel, que tenían muy cerca andando, para confirmar su reserva y ver si le habían dejado algún recado, soltándolo así tal cual, sin cortarse
.
Ella pensó que ya le iba bien, siempre y cuando pudiera pasar lo más desapercibida posible, comprobó el sobrecito del bolsillo, y se dispuso para acompañarlo.

Fue así como los dos cogidos del brazo, como una pareja madura, intercambiando confidencias, él con su mochila al hombro y ella con su Gucci, donde se suponía estaba el borrador de su gran novela.

De este modo accedieron al establecimiento, donde pagó con tarjeta y recogió un sobre que le habían dejado sus compañeros de la central. 

Cuando se dirigió hacia ella, que hábilmente se había quedado fuera del foco de los recepcionistas,  para decirle que subía a dejar la mochila, ella tras comprobar en un rápido vistazo, que nadie se había fijado en su presencia se prestó rápida en acompañarlo.

Una vez en la habitación le comentó que era mejor darle un vistazo a su novela en aquel momento, mientras tomaban una copa, le dijo que le encantaba contemplar y probar los botellines del bar.

El estuvo de acuerdo y se excusó para ir al baño, momento que ella aprovechó para vaciar el contenido de el sobrecillo en un vaso al que añadió una buena dosis whisky con hielo.

Cuando Pedro apareció, con la cara refrescada y peinadito le agradeció el gesto y le propuso hacer un combinado, su especialidad muy apreciada por sus amigos, en realidad consistían en dos compañeros de trabajo, que en momentos desesperados, eran capaces de beberse una botella de colonia de las de litro.

Él también aprovechó el momento de la preparación, para ponerle en el azúcar que recubría el borde, una buena dosis, para una mujer de peso mediano, de unos polvos mágicos, que hacía maravillas, (se lo habían jurado), en la voluntad de las víctimas.

Cuando brindaron y bebieron con fruición de sus respectivos brebajes, la cara de ambos se les fue transformando, ella con visión nebulosa, vio cómo él empezaba a desmoronarse, quizás se había pasado en la dosis, agarrándose a ella se fue deslizando hacia el suelo, llevándose la falda con él.

Ella sin fuerzas por retenerlo, con los brazos vencidos, la cabeza encorchada, le rompió la camisa, en un esfuerzo inútil por evitar el desastre.

El totalmente inerte, agarrado a unas faldas cómo si le fuera la vida en ello, con el pecho descubierto, babeando en el suelo y farfullando en un intento de pedir auxilio.

María, desmoronada en el suelo, acogida por la mullida moqueta, con las faldas en los tobillos, mostrando sus enfundadas piernas, en unas oscuras medias, sujetas por un liguero negro seductor, de esos que llevan a la pasión más encendida.

Caída desmayadamente hacia atrás, mostraba toda la belleza de su cuerpo, teniendo  un balbuciente hombrecillo, rendido a sus pies.

Así fue cómo los encontraron las chicas del servicio de habitaciones, cuando fueron a abrir las camas, y asustadas, llamaron a la gobernanta, no sin antes ver si podían obtener algo interesante de aquella pareja de drogotas.








Dama de noche

                                                                         Studebaker



A veces al salir de noche, para ir al cine o a cenar con los amigos, lo veía aparcado frente a la casa, era un coche imponente, antiguo pero en impecable estado, brillante, sin ni una mota de polvo, con su chófer esperando, ante la puerta trasera para abrirla, en cuanto el vecino a quién venía a recoger, apareciese saliendo por el portal.

Aveces, no siempre, una bella señorita, preciosamente ataviada y evidentemente de muy buen ver, esperaba dentro del coche la presencia del susodicho señor.

Este hacía su aparición, siempre impecable, con su sombrero de fieltro y su foulard a juego, efectuaba una ligera inclinación de cabeza, en señal de agradecimiento, cuando le habrían la puerta de coche y se introducía en su interior, aprobando también la compañía del interior.

Creo recordar, que ésta, no solía ser nunca la misma, en estas acciones, solía ser la única variable del terceto, muy tradicional por lo demás.

Parecía como si solo a mi le curioseara, y para los demás, vecinos y familiares, lo dieran por algo de lo más normal.

Quizás mi extrema juventud, contra la senectud del protagonista de aquellas noches, ne hacía dar al hecho una importancia, que en si no tenía.

Pero siempre aprecie en las señoritas en cuestión una mirada triste muy poco acorde con el hecho de ir a una posible fiesta.

En alguna ocasión habíamos coincidido al regreso de nuestras salidas nocturnas, de diferente índole cada una, los dos solos, dedicándonos un discreto, buenas noches, mientras subíamos en el ascensor, detectaba una sutil mezcla de perfume femenino maridado con su varonil colonia, hasta la misma planta.

Ni que decir tiene, que cuando el ímprobo prohombre de la burguesía, qué el domingo por la mañana, repetía la acción de ser recogido, esta vez para ir a la iglesia, a misa de doce, no le acompañaba nadie.

Zapatos de ante azul

Imagen de Internet




A veces, a pesar de la precaria economía doméstica,  aprovechando las consabidas épocas de rebajas; qué, ventas obligan, hacen que sus campañas de una u otra forma, cada  vez duren más.

Entonces aprovecho para entrar, en locales comerciales de esos que te ofrecen la posibilidad de mirar y remirar, sin que te salte nadie al cuello, para darte la paliza, con el ¿Le puedo ayudar en algo? Quedándose a tu lado, con lo que dejas de interesarte por nada y te vas a otra parte.

Soy poco sociable, y no es cosa de la edad, es simplemente una característica de auto defensa, desarrollada desde pequeño, cuando vi qué en el gregarismo, suele destacar el más alto y fuerte, no el más válido.

En esto, estaba como digo en un local de una conocida firma, extendida en todo el territorio nacional, actual y parte del extranjero, vaya uno de esos embajadores, que sí hacen destacar nuestro país, poniéndolo por bandera en algo concreto y tangible.

Perdón por la supuesta discreción mía, digamos simplemente que es una cadena con una implantación comercial importante y sus productos suelen atraer la atención de mucha gente, del mio a veces, los gustos mayoritarios no suelen ser preferencia de los individualistas.

Paseando ante sus expositores, mirando, tocando, oliendo, entre miles de prendas a cual más difícil de definir, supongo que de un exquisito diseño actual, los vi!

Eran unos zapatos, cosa rara dado que la firma en cuestión está centrada en el diseño, producción, logística y venta de ropa, con algo de complementos y poca cosa en zapatera.

Estaban ante mí, en unos bajos de un expositor, lugar poco visible, pero algo hizo que me fijase en ellos, supongo que me silbaron.

De alguna forma, un poder atrayente me obligó a cogerlos, eran unos llamativos mocasines azules, dada mi edad y mi probada característica en cuanto a vestuario, que no suele destacar por  llamativa, sino más bien por discreta.

Era, digamos,  un acto de rebeldía institucional qué tan siquiera me los mirase y perdiese el tiempo con ellos en mis manos.

Pero la vida tiene esos golpes de efecto, un día te ves mirando unos aparatosos zapatos de ante azul, que encima están a un precio razonable, contemplando la posibilidad de probártelos y qué te lo están pidiendo a gritos.

Y uno se los prueba, admira lo bien que se siente con ellos puestos, contempla su bella estampa ante el espejo del probador, y sin ser ni moderno ni gay, dada las características generacionales, se va  a la fila de caja con los zapatos acomodados en el regazo, cual felino acomodándose en su  nuevo dueño.

Ni que decir tiene, que busque la aprobación a mi compra, enseñándola a una amiga, cuya espera al encuentro citado, hizo que entrase a mirar la tienda, para obtener un aprobado, de esos que definen la relación calidad precio  es correcta, el gusto es cosa tuya, y a tu edad te puedes dar algún capricho.

Ahora, que nos hemos hecho amigos y me sacan a pasear por mi nuevo barrio, de una forma cómoda y ágil. sólo tengo el problemilla de qué me hace ir deprisa cuando pasamos por delante de una zapatería.

Un libro con personalidad




Cuando entré en la librería, el silencio sepulcral me indicó la poca afluencia de gente, no se veía un alma, y una persona reclinada en un mostrador leyendo un periódico, contestó a la tercera vez que fue interpelada, con un breve buenos días de respuesta. Indicándome con un vago gesto que podía entrar a chafardear lo que quisiese.
Me dediqué, adentrándome por sus pasillos, a mirar las estanterías repletas, que con un polvo blanquecino, delataban el tiempo que no se había mirado ningún libro, aunque la verdad es que en un primer vistazo, no vi nada que me interesara lo suficiente cómo para hacer el gesto de cogerlo para ojearlo.
Mientras seguía con mis pesquisas en busca de algo realmente interesante, un descubrimiento de esos que justifican la búsqueda, encontré un ejemplar en el suelo, en medio del pasillo, evidentemente lo cogí y busqué si había algún hueco donde faltará su presencia.
Era de Edgar Allan Poe, y no me interesaba lo más mínimo, los relatos fantasiosos y enigmáticos de sus obras no me atraían en absoluto, a pesar de aceptar que tenía que ser un reputado escrito admirado por legiones de lectores de todos los confines humanos.
Al no encontrar el hueco adecuado para retornarlo a una estantería lo deje encima de una alacena, donde quedo con su portada y su título muy a la vista, se trataba de "El demonio de la perversión"
Ya con el titulo tenía bastante, no podía interesarme en absoluto, así que lo dejé y seguí con mi búsqueda del ejemplar único y sorprendente que quería encontrar, para leer en la tranquilidad de mi casa.
Últimamente me costaba dormir y antes de entrar en la dependencia de productos sedantes para ayudarme a dormir, el leer me producía una sensación de paz y bienestar, que me sosegaba y permitía el trance hacia el sueño más  fácilmente.
Estaba algo nervioso pues mi bienestar social, gozo de una situación privilegiada, gracias a lo que me dejo un tío soltero, hermano pequeño de mi madre, que se fue a hacer las américas, y no se volvió a saber nunca más de él.
Siempre se comentó  que estaba metido en contrabando, pero que al final la salía más rentable hundir el barco y cobrar del seguro, que arriesgarse a descargar la mercancía.
Así haciendo navegar autenticas ruinas marítimas se consolidó un futuro muy prometedor,  hasta  que se dijo que había desaparecido en una de estos accidentes.
Lo  cierto es, que no tuve noticia de su existencia,  hasta que siendo muy mayor dio conmigo y me ofreció acogerme en su casa. Había tenido una vida muy azarosa y quería reconciliarse con la familia, pensaba dedicar su fortuna en crear una fundación en su palacete modernista en la parte alta de la ciudad.
La lástima para él, fue saber que sólo le quedaba un único pariente cercano que era yo, nunca se había casado, según me dijo, no tenía tiempo para ello y cuando se lo podía plantear, se encontró demasiado mayor para poder soportar una relación matrimonial, se había eso sí, apañado con una buena colección de amantes, que le habían facilitado el no sentirse sólo, y pasar un rato divertido.
Ni qué decir tiene que rápidamente me apunté a su idea y me trasladé con mi maleta, abandonando el piso en el barrio marginal donde vivía, después de perder mi plaza de maestro en una escuela de mala muerte.
Me quedé sorprendido de que yo pudiera un día vivir en un sitio de aquellas características, pues no dejaba de ser un museo privado, pues aparte del edificio, evidentemente catalogado, este estaba lleno de obras de arte, de un valor incalculable.
Mi tío sólo llevaba unos meses instalado, y la casa todavía desprendía el tufillo propia de la humedad en las casas cerradas durante mucho tiempo, él siempre había vivido en Suiza, desde donde controlaba sus inversiones.
En la casa, aparte de él, estaba una ama de llaves, lo suficientemente mayor para no despertar  la libido de mi tío  y una doncella, convenientemente aleccionada por su superiora para que no se quedase a solas con el amo, que se ocupaban de todo, y en una casa externa ubicada al lado de la entrada principal estaba el portero jardinero y hombre para todo, que se había ocupado de mantener la propiedad en cierto estado, que no demostrara abandono.
El chófer venía puntualmente a las nueve de la mañana y dejaba el coche, en impecable estado, en el jardín, delante de la puerta principal, a disposición de atender las órdenes que le dieran.
Con el paso de los días, pensar en la pérdida para mi persona, de todo aquello y quedarme con una misera asignación, se me fue haciendo insoportable, con lo que, digamos aceleré el curso de los acontecimientos en cuanto a los achaques de mi tío, antes de que llevase adelante sus planes y cómo pariente más cercano y único, me quede con todo.
Y aquí estaba ahora buscando un libro, en el qué entretener mis horas, antes de dormir. Cuando al pasar otra vez vi el libro otra vez en suelo, pensé que alguien le tenía manía y mostraba su disconformidad lanzándolo al suelo, una y otra vez.
Al final lo cogí y se lo dí al tipo del mostrador, el cual me dijo, que daba igual, siempre estaba por el suelo, daba lo mimo donde lo pusiera ni cuando, al día siguiente al abrir se lo encontraba en el suelo.
Me puse a reír y le dije que eso era imposible, vale pues lléveselo, ya me lo traerá cuando se canse de recogerlo, y me lo puso en una bolsa de papel reciclable, alargándomelo de forma imperativa.
Acepte el desafió, lo cogí y me lo lleve a casa, lo deje en la mesilla de noche, cuando subí a la habitación después de cenar, estaba en el suelo, lo puse otra vez  y me fui al baño , cuando regresé estaba en el suelo.
Me fui a la habitación de Lola, la doncella para todo que realmente era doncella, antes de conocerme claro, y hacía de todo, tenía que agradecerle el pastel de almendras con nata que hizo para el viejo goloso, con su ración de cianuro correspondiente, que le sentó tan mal al pobre que lo llevó a la tumba.
Ella no estaba al corriente de nada, era muy buena y acepto mis polvos como levadura química sin rechistar, era muy cariñosa y me complacía en todo, eso no era óbice para que no tuviera que pensar en un plan para que atará cabos y tuviera que prescindir de sus servicios.
cuando regresé a mi suntuosa habitación tipo suite, el libro yacía en el suelo, realmente era pesadito  en lo suyo, al final lo cogí, y empecé a leerlo, eso me perdió, su argumento me inquieto, ese libro sabía mis acciones, era una señal, su forma de presentarse ante mi, llegué a pensar que el espíritu de mi tío tenía algo que ver con el.
Cogí el magnifico ejemplar y lo puse encima de mi escritorio, con una bola pisapapeles de esas que muestran un pueblecito, en el que nieva cuando la agitas, era de cristal autentico y pesaba un montón.
Cuando me levante al amanecer para ir al baño, lo pise al salir de la cama, un sudor frío recorrió mi espalda, ahora no sabía que hacer, bueno si lo cogí y lo llevé a la chimenea de la sala principal, encendí el fuego y cuando estaba en su apogeo deposité el libro y vi como se arqueaban sus hojas protestando por el calor , que las estaba desfigurando.
Me tome una copa de calvados, y regresé a mi habitación, no sin escuchar si alguien de la casa estaba observando, al no ser así, me fui tranquilamente para arriba, intentando no pensar más en el maldito libro.
Dormí hasta más tarde de lo habitual, el sol me daba en plena cara, Lola debía de haber entrado y abierto las persianas, me incorporé y me puse las zapatillas, entre en el baño y ahí estaba, en el plato de la ducha, mojado totalmente y requemado, pero con toda su estructura todavía intacta, me quede atónito, caí de rodillas y me puse a balbucear, a aporrear, a patalear, hasta que vino el portero y me sacó.
Lola tiro el libro a la basura, pero volvió, el chófer se lo llevó a un contenedor, pero volvió, la ama de llaves lo tiro por la alcantarilla,  pero volvió, el portero lo llevó a una empresa que trituraba archivos y se estropeó la maquina, se lo quedaron para hacerlo más tarde, pero volvió.

- Comisario.
- Si Martinez.
- Tenemos un tipo abajo, que quiere hacer una confesión
-Cómo dice?
- Si, ha venido para confesar un crimen. El asesinato de un tío suyo.
- Es un tipo de pasta, no sé si ha tomado algo y quiere jugar con nosotros.
-Mantenlo un rato en la nevera, y luego bajo.
Si comisario.