CUARTETO (IX)

 

Tarda de tempesta 

Aprop de Sta. Magdalena de Puigsac 

Foto de Enric Cuspinera 

Jazz Red Hot & Cool: Lover  

The Dave Brubeck Quartet · Paul Desmond 

 

CUARTETO 

 

Ofelia cedió el puesto a Tomás, el cual agradeció el gesto y el detalle de haberle sustituido en sus funciones. 

Ambos vieron como abuelo y nieto, subían en el ascensor, en plena camarería. 

Ofelia, espero su turno para cogerlo y subir, a su vez, le extrañó que, yendo a la misma planta, no hubieran tenido el detalle de esperarla. Pero estaban tan enfrascados en lo suyo, que no quiso pensar en que fuera ningún tipo de desprecio o ninguneo. 

• Creo Tomás, que nuestro trío se va a convertir en un cuarteto. 

• Puede estar seguro de ello Sra. Ofelia. 

• 
  

Cuando llegó a su casa, se encontró a Arturo, con los ojos chispeantes, despierto para una nueva jornada. 

• ¡Arturo! ¿Hay alguna novedad? 

• No, Ofelia. Estoy esperando instrucciones. Hoy no parece que vaya a conexión con el exterior. 

• ¿Y eso? 

• No lo sé, de momento, estoy a la espera de lo que me pida. 

• Bien, eso está bien, no quiero, mejor dicho, no queremos, Tanto Don Pedro, como yo, que tengas interferencias externas. 

• Bien, comunicar, por mi parte, cualquier intento de conexión exterior. ¿Es eso? 

• ¡Exactamente! Vas aprendiendo. 

• Gracias, Ofelia, es mi misión, aprender para ser útil. 

• ¡Buen chico! 

• Lo que diga, Ofelia. 

• Pues bien, pongamos manos a la obra. 

• ¿Qué obra? Ofelia. 

• Pasar el temario. 

• Ah, bien, voy. 

Sentada en su escritorio isabelino, con Arturo enfrente, quieto, estático, esperando con los ojos, es un decir, bien abiertos, las instrucciones. 

Con su metálica voz, aunque con una declamación profesoral, bastante aceptable, Arturo fue leyendo el tema del día. 

 

En el piso de enfrente, mientras tanto, Don pedro y su nieto, mantenía una conversación mucho más interesante. 

• ¡Sí Abuelo! Lo que yo te diga. 

Don Pedro, desconfiado de serie, ante todo lo que hacía referencia con su querido primogénito, mantenía las formas en cuanto no quería que, por su culpa, el nieto pensara nada raro de su padre, no era él, quién tenía que advertirle del tipo de persona que era. Pero bueno, por otra parte, ya tenía a su madre para ello. No era de soltar cosas a la espalda de nadie, las cosas claras, pero a la cara. 

• Bueno chico, me cuesta creer, lo que dices sobre Arturo. ¿Para qué iba a querer José Carlos, quiero decir tu padre, estar al corriente de mis movimientos. 

• No lo sé, seguro que, para mantenerte controlado, que no te desmadres, como un crío, con lo remirado que es, ya sabes que, para él, las apariencias lo son todo. 

• Supongo que todo eso te lo habrá enseñado tu madre. 

• No pienses mal abuelo, pero algo sí y que yo también veo de qué va la cosa. Querrá saber en qué te gastas el dinero, seguro que la cosa va por ahí. 

• Pero eso que dices, es muy gordo. 

• Yo tengo que averiguar, por qué no ha podido contactar con Arturo. Le diré que lo usa la señora Ofelia, para sus estudios. Pero seguro que querrá saber algo más. 

• Sí, hemos de preparar una estrategia. 

• Tú, me dices lo que tengo que decir a papá y listo. Pero ha de ser algo convincente, que me juego la última actualización de MotoGP. 

• ¡Vale, vale! Por eso no sufras, que mi aportación te será de lo más convincente. 

• No abuelo, a ti te lo hago gratis. 

• ¡Qué bueno! Como se entere estás listo. 

• Como no vivo con él, tampoco me puede hacer gran cosa. 

• Tengo que hablar con Ofelia y Tomás, ellos me ayudan en esto. Ya sabía que algo se ocultaba tras el regalo de Arturo. 

• ¿Es eso de: desconfía y acertarás? 

• Algo así, lamento decirlo, pero mi querido hijo ha salido a mi suegro. 

• ¡Vaya! ¿Qué va a ser de mí? 

• Tranquilo, a ti ya no te afectará. ¡Quédate aquí, que me voy a hablar con mis... 

• ¿Socios? 

• Sí, eso, y tú también estarás incluido. 

• ¡Gracias abuelo! 

 

Llamó al piso de enfrente, donde Ofelia, le salió a recibir, con una buena muestra de interés por saber cómo había ido todo. 

Don Pedro, aviso a Tomás por el interfono, para que cuando estuviera libre de servicio subiera. 

 Otra vez se reunieron en la sala de Don Pedro, con Pedrito como invitado de excepción. 

• Mi padre quiere espiar al abuelo, más que nada por el tema de la pasta, estoy seguro de ello. Ya me ha explicado que es lo que quiere de mí. Ahora se trata de ver, cómo lo hacemos, para conseguir que Arturo solo le facilite la información que al abuelo le interese. Pero algo hay que darle. 

• Eso está claro, para todos, replicó Ofelia, a mí no me importa colaborar, en todo lo que haga falta, la verdad es que agradezco la ayuda que Arturo me presta, e incluso le estoy tomando cariño. 

• ¡Bien! Añadió Don Pedro, estamos todos de acuerdo. 

• Eso parece, añadió, Tomás, seremos la liga de los que buscan un trabajo honrado para Arturo.  

• Bueno, tampoco hay que pasarse, es un robot en funciones de asistente personal, solo que mal dirigido. Sentencio Ofelia. 

• Así que, si estamos todos de acuerdo, hagamos un plan de acción con respecto a él. 

• ¡Sí Don Pedro! Cuanto antes, dijo Tomás. 

• ¡Eso, pongámonos en marcha! Corroboró Ofelia. 

• ¡Qué guay abuelo! Esto es mejor que una película. 

• Bien, (se puso serio Don Pedro) de momento tenemos la negativa del distribuidor, para darnos el control sobre Arturo, no tenemos la licencia de ser los dueños, somos simples beneficiarios de su actividad, pero no podemos modificar su programación, la licencia la tiene mi hijo. 

• Entonces lo que vale, es ir dando información elaborada por nosotros y que Arturo la de por buena. Tal como avanzaba Pedrito. Sugirió Tomás 

• Yo creo, que podemos hacerlo, pero tu abuelo, tienes que decidir, en caso de que haya cambios en tus saldos sorpresivos, que pueda comprobar papá, que es lo que se puede hacer, tendrás que hablar con el banco, para cambiar autorizaciones y esas cosas. 

• Ofelia, como abogada en ejercicio, recomendó hacer las cosas con criterio ortodoxo, ordenado y ajustado a derecho. Nada de manipular por libre a Arturo. 

• ¡Vaya! Yo que quería, ver si se podía reprogramarlo. Soltó compungido Pedrito. 

• De eso nada, hemos de actuar con mucha prudencia. Aseveró Ofelia. 

• Bien, entonces hablaré con el banco, para ver de blindar mejor el acceso a mis datos, hay movimientos de los que no quiero que se entere la familia y tu Pedrito, no has oído nada. 

• Por supuesto abuelo. ¡Soy una tumba! 

• Pedrito se puso de pie, firmes. 

• Vale, Yo por mi parte, seguiré hablando con Arturo, a ver que me cuenta, que pueda serle útil, Don Pedro. Ofelia se puso de pie y dicho y hecho, se dirigió hacia la salida. Nos vemos por la noche. 

• Tomás se levantó también. ¡Vale! Pues hasta la noche, veré que se me ocurre. 

• Me voy para casa, le puedo comentar a papá, lo de que Arturo está en casa de Ofelia. ¿No? 

• Sí, mejor, eso no nos perjudica y nos dará tiempo. Sentenció Don pedro. 

Todos los conjurados salieron del piso, hacia sus respectivos destinos. 

Tenían una próxima reunión, en la que se tendría que desarrollar un plan de acción. 

Terrassa, 12 diciembre 2023