Foto del autor
Para
Macondo, un genio con las palabras, sus significados, definiciones y conceptos.
Estamos frente una
casa antigua de campo. De las que aquí se conoce como masía, en una entrada de la vivienda que da acceso directo, a lo que es la cocina y el hogar o chimenea.
Se
oyen unas risas y una niña de unos seis o siete años sale corriendo, seguida por
su hermano pequeño, como una sombra.
Paredes
blancas, muy gruesas, olor ocre profundo, fruto de muchos años de ahumado en la estancia.
Viejas y nobles maderas, en puertas, vigas y ventanas, también en los estantes situados estratégicamente en las paredes para acoger los trastos necesarios en una cocina. Nos referimos a todos aquellos que no tiene la categoría necesaria, o el tamaño adecuado para ser acogido en la vieja alacena, que reina solitariamente en una de las paredes, libre de cualquier otro aditamento.
El
fuego crepita en la vieja chimenea; ya hemos dicho que todo es viejo. Aquí todo es muy viejo, es una masía muy
antigua. En la fachada principal, una fecha grabada en el dintel, certifica que es del siglo
XVIII.
Tiene, eso sí, las evidentes evoluciones, propias de este tipo de construcciones, que se iban ampliando en función de las necesidades y aumento de sus habitantes.
“La
llar de foc” está situada justo al lado contrario de la alacena, cobijada
por una cúpula que le da un aire solemne, y un banco que rodea toda la
construcción, permitiendo largas conversaciones de invierno a la vera del
fuego.
Así
tenemos, una vez entrados en la casa: Puerta a la espalda, chimenea a la derecha,
alacena a la izquierda y enfrente una pared que acoge a la derecha el
fregadero, con su escurreplatos encima y los fogones de una cocina de las
llamadas económicas, esas que funcionaban con leña, piñas y carbón vegetal
principalmente.
Aunque
ahora hay unos modernos quemadores de gas, conectados a una llamativa bombona de
un color muy vistoso.
En
el centro, una puerta nos lleva a una sala comedor, pero eso ahora no importa, y
a la izquierda una pared con unos estantes de una horizontalidad discutible.
En
uno de ellos, una serie de botes de cristal, convenientemente etiquetados,
muestran su interior lleno de todo tipo de viandas y hierbas aromáticas, bien
cerrados para evitar el interés de los bichos por su contenido.
Las
etiquetas, son aquellas tan típicas, que se ponían en los viejos cuadernos
escolares, forrados con papel azul marino, cuando había enseñanza primaria, secundaria y bachillerato.
La
niña y su sombra vuelven a entrar y se repite el juego, con la misma
escenografía. Un adulto les hace leer las etiquetas, el pequeño apenas las
balbucea, van recitando por orden de izquierda a derecha, recitando todas las
etiquetas, con entonación teatral.
Arroz,
azúcar, café, garbanzos, harina, hinojo, judías, lentejas, macarrones, pan
rallado, pasta sopa, tallarines, tomillo, sal.
Al
llegar al último, inician una carrera loca, riendo como posesos, camino de la
era.
Sarrià, 30 julio 2017
|
https://www.amazon.es/dp/8409408430/ref=tmm_pap_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=&sr=
Botes de cocina
LA ALMOHADA
Peces encerrados en un estanque (Foto del autor)
No me pongas la almohada encima.
No me gusta y me angustia, tras ver el resultado en
otras situaciones similares, bueno de las películas más que nada, pero no me
trae buenas sensaciones, creo que es mejor evitar según qué juegos.
Tú lo encuentras gracioso, pero despertarme a media
noche, con ella ahogándome, es muy descorazonador.
A parte que los antecedentes que me recuerda, no son
de lo más halagüeños.
Ya sé que ronco, a veces en demasía y a veces durante
mucho rato, hasta que tú, con una cariñosa coz en mis costillas, consigues que
me voltee, y deje de darte la tabarra durante un buen rato.
Así pasamos noches en alegre camaradería,
mientras mis costados van cogiendo un
aire sacro, por su tono purpúreo.
Hasta ahora he conseguido despertarme, angustiado
pero con fuerzas para retirar esa almohada asfixiante sobre mi cara, sin ver
ninguna luz blanca al final de un túnel.
Pero de alguna manera siento que esto puede cambiar en
un momento en cualquier noche, aquella en la que te salgas con la tuya, con eso
de ponerme la almohada encima hasta que ni ronque, ni respire, ni nada de nada.
Tu insistencia no augura nada bueno, además ni
siquiera disimulas.
Al menos al principio, intentabas seducirme, con
puestas en escena espectaculares, juegos con esposas y antifaces, que solían
acabar felizmente.
Pero ahora, casi no tienes la gentileza de esperar a
que apague la luz, tras mi enésimo intento de avanzar, en la lectura de Ulises, un
libro al que sabes que tengo un gran aprecio, por eso, supongo, me has regalado
varias versiones de diversos traductores, e incluso ediciones comentadas, para
adentrarse en el mágico mundo, que describe el autor, de su Dublín natal.
Encima en verano, es cuando este tema se me hace más
recurrente, será porque es cuando hay más tiempo libre, para dedicarse a los
temas esos de la cultura.
Que te voy a decir que tú ya no sepas, después de
tanto tiempo de convivencia, si claro, antes no roncaba, ni me dormía a la
primera de cambio, encima de ti soltando la babilla.
Pero de eso a tenerme sujeto de pies y manos,
encadenado a una cama, con cinta americana sellando mi boca, esa que tanto te
gustaba explorar, en tiempos no tan remotos, con tu lengua ahora viperina para
mí.
Puedo seguir diciendo que estoy rendido a tus pies,
pero ahora no es un recurso de conquista fácil, sino una cruda realidad, que
provoca un sudor frío en mi espalda.
Esa que está reclinada sobre una cama, de la cual no
puede salir, esta vez te has preocupado muy bien de que así sea.
Por suerte no
sabes, que tú tampoco saldrás de esta. Temía acabar bajo la almohada, por eso puse
unas gotas añadidas a tu vaso de leche nocturna, así poco a poco, con la
tenacidad de las hormigas, he ido minando tus defensas.
Ahora estás derrumbada sobre mi inerte cuerpo, el
esfuerzo por apretar con fuerza la almohada sobre mi cara, ha pasado la factura
final.
Será un bonito cuadro para los agentes que vengan a
saber que ha pasado con nosotros, cuando apestemos lo suficiente para molestar
algún vecino, y tengan la visión de dos ex amantes tan juntos.
Sarrià, 25 Julio 2017
Divagando ante unas flores
Cuando
empecé a escribir esta historia, creía que tendría todo el tiempo del mundo
para ello. Ahora que estoy muerto, sé que no.
Lo anoto como una frase que me puede servir más adelante, en el libro que
supuestamente estoy escribiendo, pero que no acaba de avanzar lo suficiente,
para ser considerado un proyecto viable.
Estábamos
aburridos, nos mirábamos con la desconfianza típica de los desconocidos. Cada
uno encerrado en sus pensamientos, pocas veces los compartíamos.
De tanto en tanto, llamaban a alguno para llevarlo ante el alto tribunal. Un rumor como otros muchos, lo que ocurría es que desconocíamos ese detalle, hasta que no llamaban a los novatos, que ya habían dejado de serlo.
De tanto en tanto, llamaban a alguno para llevarlo ante el alto tribunal. Un rumor como otros muchos, lo que ocurría es que desconocíamos ese detalle, hasta que no llamaban a los novatos, que ya habían dejado de serlo.
Entonces
estos se enteraban de qué iba la cosa y no siempre, a veces ni así, no había manera.
No todos teníamos las mismas distracciones, sino que éstas eran muy variadas y cada uno se dedicaba a lo que más le gustaba, o sencillamente a lo que le era más factible.
No todos teníamos las mismas distracciones, sino que éstas eran muy variadas y cada uno se dedicaba a lo que más le gustaba, o sencillamente a lo que le era más factible.
A
veces preguntábamos a los abogados, por aquello que se suponía estarían más al
tanto de lo que podía ocurrir, pero era en vano, no tenían ni idea y preferían
perder el tiempo en pleitos entre ellos.
Los psicólogos no daban abasto en curar
angustias de los encerrados en aquella situación aparentemente eterna.
Los
médicos estaban todo el día atendiendo desgracias ajenas, (el mundo está lleno
de seres necesitados de cuidados) trabajando desesperadamente contrarreloj, sin
tener tiempo ni para ellos mismos. Encima ellas, las doctoras, por aquello de la empatía,
sufrían mucho más esas desgracias ajenas, al menos era lo que se les notaba,
por poco que quisieras verlo.
Los
días iban pasando, ya no recordaba los juegos con los críos, que ahora ya
estaban buscando trabajo, tras acabar sus estudios. La mayoría lejos de nuestras
fronteras, gracias a los esfuerzos de nuestras autoridades por qué conocieran
mundo y practicaran idiomas, ya que ellos no habían podido hacer nada de eso,
siempre sacrificados por el bien común y la cartera propia.
Luego
nos fuimos enterando de la triste realidad. Estábamos todos, absolutamente
todos, condenados. La sentencia nos la decíamos unos a otros, entre sollozos
entrecortados y dudas metafísicas de todo tipo: “Pena de muerte”. Los años en
que se aplicaría era una incógnita y el sistema utilizado para llevarla a cabo
también.
Nada
de eso lo comentábamos con esposa e
hijos, si acaso con algún amigo de máxima confianza, que estaba en la misma
triste situación.
A
medida de que nos hacíamos mayores, nos íbamos conformando a nuestro destino,
si bien es cierto que al final y viendo
pasar el tiempo, le hacíamos poco caso. Hasta nos reíamos de los agoreros, que
intentaban imponer una serie de normas absurdas y creencias que todavía lo eran
más, para aplacar la ira del ser superior que ellos creían que lo regía todo,
nuestro destino futuro incluido.
Lo
curioso es que sólo eran ellos los llamados a conocer la sentencia impuesta. Parecían conocer la verdad por encima de todos los demás, incluidos los que no nos
aveníamos a seguir sus pautas de comportamiento.
Pero eran muchos los que
atenían a pie juntillas todos sus métodos de comportamiento, amargándose la
vida a niveles totalmente absurdos. Si bien hay que reconocer que algunos de
ellos, (los que estaban en posesión de la verdad), se comportaban con verdadero desinterés
personal, desviviéndose por la suerte de todos los demás. Incluso llegaban a decir, que una vez cumplida
la pena, tendríamos todo el tiempo del mundo, para poder atender todo lo que más
nos gustara en compañía de nuestros seres queridos.
Algunos les hacían caso y
se pasaban el día recitando una especie de jaculatorias interminables, con un
run run bastante molesto para el resto, pendientes de poder leer y enterarse un poco de los pensamientos de su entorno.
Con
tantas disquisiciones, ya no sé por dónde iba. ¡Vaya, parece que vienen a
buscarme! No sé qué querrán.
Ya
os contaré, que luego tengo que ir a comprar una parrilla. Dicen que la comida
es más sana hecha así.
Sarrià,
20 Julio 2017.
Fiesta de la Virgen del Carmen
Foto obtenida de
Internet
¡Ya salen! ¡Ya suenan!
Las barcas con sus
sirenas.
Todas bien floreadas,
adornadas con
guirnaldas,
con mucho cariño
puesto,
en homenaje a su
patrona.
Un cura venido
de tierras bien
lejanas,
les echa agua
bendita,
para que naveguen
seguras.
Canta y reza el
pueblo entero.
creyentes y descreídos,
los marineros
esbozan sonrisas,
es su Señora, es su
Virgen.
¡Que no se la toquen!
Ella sola se basta,
para velar por
todos.
Pienso en cómo te
gustaba,
este día, el de tu santo,
tan veraniego tan
festivo.
Que nos reuníamos
todos,
acogidos a una buena
mesa,
con los frutos del
mar,
¡Qué sean bien
frescos!
Los mejor preparados,
cómo principal
plato.
Recién cogidos de
ese
mediterráneo tan
tuyo,
tan puesto a tus
pies.
¡Ya salen! ¡Ya
suenan!
Las barcas con sus
sirenas.
En santa procesión,
recorriendo el
puerto,
ese en el que te
quedaste
una fría mañana de
otoño.
Allí donde creímos
tendrías mejor
descanso,
un buen refugio
para tu eterno
reposo.
En tus aguas
preferidas.
con todos los peces
rindiéndote honores,
ganados y merecidos.
Tu sonrisa y tu voz
bien gravados quedan
en nuestra memoria.
Impregnados por el
aroma
que el yodo del mar,
deposita en nuestras
gargantas y ojos.
Salando lágrimas.
¡Ya suenan! ¡ ya
salen!
Las barcas con sus
sirenas.
Todas prestas,
enjaezadas,
para honrar a su Patrona.
la tuya, la del mar.
En su día, por eso, el
tuyo,
en el que siempre,
te desearé un,
¡Feliz santo!
Sarrià 16 Julio 2017
Desencuentro
Una Luna hermosa contempla el acercamiento de
una sombra, a una casa donde el perfume de los jazmines, adorna una ventana, en
la que sólo bailan las cortinas, aunque suene una guitarra de fondo. Demasiado calor para una noche tan hermosa.
-
¡Has
vuelto!
-
¡Sí! Aquí
estoy.
-
Ya veo.
-
Para tu
dolor y mi venganza.
-
No me das
miedo.
-
No lo
pretendo.
-
Simplemente,
es mejor que desaparezcas.
-
Después de
llevarte conmigo.
-
Ni lo
sueñes, no podrás conmigo.
-
Sólo quiero
tu vida.
-
¡Qué dices!
¡Estás loco!
-
Loco me
dejaste, cuando me rechazaste, tirando una bonita historia personal a la basura
de los sin sentidos.
-
Hablas cómo
en un culebrón, una telenovela.
- No me importa. Es donde
está reflejada la verdad de los sentimientos, entre los humildes, el pueblo
llano. ¡Claro! Eso la gente sofisticada como tú, no lo entiende. O mejor decir
qué no quiere entenderlo.
-
Mejor no
tener en cuenta esas tonterías que sueltas y qué te vayas. Cuanto antes mejor.
-
Te vendrás
conmigo. De una u otra forma.
-
De ninguna
manera, ¿Qué te crees? Lo nuestro acabó, porque no tenía que haber empezado.
-
Y el hecho
de haber sido escogido por el patriarca. El qué más sabe de lo que conviene a
cada miembro del clan. ¿Cómo puedes despreciar ese consejo?
-
No lo
desprecio, simplemente no le hago caso. Soy yo quién decide sobre mi persona.
-
Vas en
contra de nuestra cultura.
-
Eso no es
cultura, son atavismos cargados de sin razón.
-
Lo que
quieras, pero recoge tus cosas.
-
No pienso.
-
Estás forzando
un triste final, que no nos merecemos.
-
Me da igual
lo que tú te merezcas, me importa lo mío.
Apenas pudo ver el
brillo del filo cuando ascendía hacia su garganta, y balbucear una palabra
ininteligible, por salir de una garganta seccionada, la misma que disfrutó de espléndidos besos cargados de pasión.
Con la misma
rapidez, que caía en el suelo inerte, el vengativo amante despechado, escapa
con prisas sin mediar más palabras.
La Luna
avergonzada ante la escena, se esconde tras unas casas, ajenas al conflicto.
Sarrià, 10 Julio
2017
CUATRO DE JULIO
Foto del autor
Cuatro
de Julio
Fue
un día importante.
Día
escogido
para
dar grandilocuencia,
a
un juego de patriotas.
Para
algunos solemne
para
otros no tanto.
E
incluso muchos
pensando
en un pulso,
que
no tiene contrario.
No
hay redoble de tambores
ni
banderas al viento.
Sólo
canto enérgico
de
voluntad decidida.
Nos
miran
cómo
nos miramos,
sin
nosotros no son nada
sin
ellos está por ver.
Jueces
por en medio
el
tiempo pasa
y la jornada se acerca.
Seguimos
viniendo
de un silencio muy lejano
del
que nadie quiere saber.
Romper
la atonía
impuesta
por los siglos
se
antoja difícil,
pero
no imposible.
Pero
quienes somos nosotros,
para
tomar como día
de
gran presentación,
el
aniversario de
los
jefes.
Sarrià,
6 Julio 2017
ENTRE REJAS
Fotografía de Paco Gaya
ENTRE
REJAS
Aquí
estoy, mirando pasar la vida, así, entre rejas, contemplando vuestros caretos
asombrados, que bien podrían estar aquí dentro y el mío fuera, pero no es así.
¿Qué
cómo llegué hasta aquí? Pues supongo que por ser diferente, distinto a como
esperaban que fuera, según las normas sociales, las que me inculcaron desde pequeño
en el colegio. Ley y orden, trabajo y disciplina…
Como
ese mantra que repiten algunos: “Fuera de la Ley no hay nada”. Sobre todo los
que la pueden manipular y hacer con ella todo lo necesario para obtener un
beneficio, para ellos y su clan.
Es
como eso de ¡Hay que trabajar en equipo! Dicho por un jefe, que se presenta
mucho más tarde, sólo para recoger los frutos, que han salido bien, gracias
principalmente a su ausencia.
Pero
quise pensar, imaginar, soñar y todo eso que hace tomar la vida como algo
propio e intransferible, que no se puede dejar en manos de todos los
manipuladores, que pretenden beneficiarse con ella; amargándole su vida hasta lo
indecible, a su justo propietario.
Pero
así son las cosas; el punto de vista que prevalece, siempre es el del poderoso
y los demás somos una molestia, que en el mejor de los casos, se quitan de
encima, poniéndolos a buen recaudo.
Ya
sé que todos me miráis con la superioridad que da el estar en posesión de la
verdad, de saber hacer las cosas bien y en todo momento lo correcto y de no
dejarse llevar por voluptuosidades narcisistas, que sólo conducen al egocentrismo de creerse superior, o peor aún, diferente.
¡Pero
es qué lo soy!
Sarrià, 1 Julio 2017