ZAPATOS



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ZAPATOS


Se sentía muy a gusto en los actos sociales, le encantaban lo eventos, sobre todo los de carácter cultural, en donde acudían personajes normalmente muy educados y sobre todo  vestidos correctamente y detalle importante, bien calzados.

A estas alturas de su vida, en que las locuras juveniles quedaban muy atrás en el tiempo, para la serenidad que desprendía ahora; consideraba su digamos afición, un pecado venial.

No sabía cuando había empezado, pero si tenía un vago recuerdo, de cuando era una niña, iba de visita a casa del abuelo y se entretenía con el juego de cocinitas, por debajo de la mesa donde los adultos tomaban el té con pastas del domingo por la tarde.

Era una mesa enorme, modernista y con un reposa pies central, en donde depositaba sus cacharritos, ahí se fijaba en los zapatos, le impresionaban los botines de su abuelo, con aquellos cordones, asomando por un montón de agujeros.

Empezó a tomarle gusto a mirarlos y jugar con ellos, los desabrochaba y jugaba con los cordones, los unía entre ellos, lo que dio en alguna ocasión un buen susto al anciano propietario de ese calzado.

A  medida que fue creciendo, le fue dando más importancia y asumiendo que tenía que vestir correctamente y sobretodo, llevar los zapatos correctamente cepillados.

Tenía los consabidos zapatos de salón, los de tacones imposibles para hacerse ver y dominar al personal que admiraba su bella espalda y su final, las típicas manolitas, cómodas y ligeras, los de cordones para salir corriendo tras los traviesos hijos, en fin un armario completo, en función de las necesidades diarias, correctamente listos para revista.

Este comportamiento que fue adquiriendo y afianzando desde la infancia, pasando por la adolescencia y siguiendo por la madurez, lo tenía presente al escoger sus compañías y amistades.

Las compañeras de colegio, con un calzado desaseado, sin cepillar y con rozaduras o con manchas de cualquier tipo, no merecían compartir nada con ella.

Aunque la naturaleza manda, y su obcecación se centro en el atuendo masculino, descartando eso sí las horribles sandalias y las deportivas.

Un chico con un calzado poco apropiado y en un estado estético deplorable y poco lustroso, no tenía, cómo vulgarmente se dice, nada a pelar.

Aceptaba todo tipo de calzado, consideraba igual de varonil y atractivo, los pijos mocasines de origen americano, los recios zapatos nacionales, los selectos  punteados ingleses y los fantasiosos italianos.

Podía no recordar la cara del último ligue de fin de semana, pero no le fallaba el recuerdo de los zapatos que llevaba, muchas veces la duración de la relación dependía de su buen estado.

Ahora que ya no esperaba ser acariciada, por los pies ocupantes de los fantásticos zapatos que se cruzaban en su camino, encontró maravilloso el poder fotografiarlos con ese fabuloso móvil, que sus hijos se empeñaron en regalarle por navidad.

Armada con el aparato en la mano y haciendo cómo que marcaba y hablaba, se lo pasaba pipa, coleccionando retratos de zapatos.

En la última conferencia a la que había acudido se hizo con un buen modelo italiano, de esa fantasía elegante, que se atreven a llevar los hombres entrados en la fatídica tercera edad, pero que se mantienen en toda su coquetería.

Aunque no podía olvidar, los zapatos de ante ingleses, vistos en una cena de presentación europeísta, que le daban ese acto de inconformismo, tan británico.


16 comentarios:

  1. De zapato en zapato hasta el zarpazo final.

    Saludos.

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  2. bello e interesante tu blog
    Lo acabo de descubrir

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  3. Me gusta que lo vayas descubriendo poco a poco.
    Un saludo.

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  4. Muy bien escrito. Hay seres humanos que tienen fijaciones, pero cuando estas fijaciones afectan a tus relaciones personales con otros humanos, se debería visitar a un psiquiatra. Normalmente la vida te hace ver lo absurdo de esta situación.

    Un abrazo.

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    1. Dejemos que los psiquiatras actúen sobre cosas importantes, fijarse en los zapatos es un mal menor, no te parece?
      Un abrazo.

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  5. Parece mentira como cada tipo de calzado puede describir la forma de ser de una persona, además, cada paso dado por ellos, es una huella escrita, como un sello, marcando nuestras pistas en nuestras vidas.

    Me ha gustado mucho tu texto sobre el calzado.

    Muchas gracias por visitar mi blog y dejar tu comentario, no quiero perder tus huellas, y te sigo.

    Un beso.

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    1. Gracias, me satisface enormemente que te haya gustado el texto, visitar tu blog, también fue una grata experiencia, que pienso repetir.
      Un beso.

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  6. Los zapatos identifican muy bien a la persona que los lleva puestos, y como le pasa a estos , allí por donde pisan dejan una huella muy marcada.
    Muy original esta entrada Alfred, estás que no paras, tienes a las musas de tu lado.
    Besos
    Puri

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    1. Gracias Puri, tengo que aprovechar el momento y seguir las huellas.
      Un beso!

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  7. Estimado Ralf
    Tu escrito me ha fascinado. Es posible que vea en la protagonista un poquitín de mí; aunque no tengo ninguna fijación con el calzado. Es muy importante la pulcritud en todo sentido de una persona, más aún si fuera a compartir nuestra vida. No podemos exagerar, pero la limpieza es muy importante.
    Feliz fin de semana, un abrazo

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    1. Gracias Rud! Ciertamente un buen aspecto y pulcro es muy importante, cuando te fijas en alguien con los zapatos sucios...ya haces un juicio de valor.
      Un abrazo y feliz finde.

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  8. Me encanta.
    Gracias por mostrarme el camino hasta aquí.

    Un beso descalzo.

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    1. Muchas gracias!
      Un placer.
      Un pie desnudo es mucho más sugerente.
      Un beso.

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