LA ENTREVISTA

 

Foto de A.C.P.

La entrevista 

 

Nuestro hombre estaba algo intranquilo, eso de estar esperando una llamada telefónica, inusual para él, en cuanto a tratarse de un acto ya agendado, con antelación y permiso previo, en tiempo, día y hora, acordados por ambas partes. 

Pero tratándose de algo inusual en su vida, pues tenía su parte de “je ne sais quoi” estaba claro que no sabía como comportarse ante tamaño reto. 

En estos casos de incertidumbre, dudas, o estado desconcertado, lo mejor era optar por un distanciamiento del hecho futuro. Es decir, hacer como si fuera algo de lo más cotidiano, en su vida de jubilado, amigo de las letras. En estos casos, en las obras de ficción, escritas o  ambientadas, en el mundo anglosajón, lo mejor era prepararse y tomarse un té, de esos que dilatan los tiempos y permiten agudas observaciones sobre el vestido de Lady Macbeth, la corbata a rayas de los ilustrados miembros del Trinity College, o las salidas de tono de mister Bean. 

Así que ni corto ni perezoso, nuestro buen hombre de su casa, se dirigió a la cocina, para proceder con ello, teniendo en cuenta que ahora las cosas ya no eran tan fáciles. Lo de calentar el agua en un hervidero, puesto al fuego, esperando que silbara cuál tren asediado por los indios, molestos con ese engendro que les destrozaba los oídos, acostumbrados, simplemente al ruido del trotar de los bisontes en sus paseos por las praderas, para colocar esa agua en la tetera, en la que había puesto un filtro lleno con  unas hojas de té chino, de las montañas altas, vertiente sur y escogiendo únicamente los brotes más jóvenes y tiernos, nada del té en bolsitas, procedente de una multinacional de capital incierto, por mucho que fuera una marca fundada en plena época victoriana y tuviera el sello de la casa real como garantía de vete a saber qué, pues el buen gusto, cada uno tiene el suyo.  

Tras una de esas charlas aleccionadoras en el casal del barrio, en donde un joven con buen porte, mejor educación, años vividos en el extranjero con actividades varias y su máster correspondiente, regresó a su ciudad, para poder vivir de explicar lo obvio en otra cultura, pero algo más novedoso, por estos lares. Y el tema escogido para ello, fue el té, su antigüedad, su cultura, su ceremonia de preparación, sus propiedades de todo tipo, sus zonas de influencia, sus denominaciones de origen... Tanto es así, que cogió todas las cajitas con bolsitas y las tiró a la basura, tras haber pasado por un local, en el que por el precio de una bolsita de 50 gr. le daban el equivalente a lo aconsejado eliminar de su vida.  

Con lo cual, ahora, en un momento de necesitar, tranquilizarse, mediante esa toma de una buena infusión, que le relajaría en la espera, le prepararía para afrontar el reto previsto e incluso le aclararía la voz para una mejor dicción, se encontraba con la necesidad de tener que recurrir a un calentador que le diera la temperatura justa y adecuada al tipo de té escogido, poner un reloj de arena, para saber el tiempo justo y necesario de inmersión de las preciosas y preciadas hojas, escogidas de una en una, por una joven adolescente, de una tradicional familia dedicada al cultivo y recolección del té, durante muchas e incontables generaciones. 

A todo esto, no se percató, de la llamada al móvil, en la cual le correspondía atender a un programa de esos, tipo magazine, en donde se podía explayar durante unos minutos sobre su obra y su nueva aportación literaria. 

Por lo demás, todo bien, se supone que con el tiempo aprendería a diferenciar la nueva infusión, del brebaje anterior. 

 

Terrassa, 4 abril 2025