Amazona (Amedeo Modigliani)
Una americana singular
La fiesta estaba en un punto anterior al cierre, en
plena decadencia de formas, pero con la nota
incierta de que todo es aun posible.
La música había bajado los decibelios, marcando un
ritmo más para acunar que para animar al desenfreno.
Las parejas para encamarse ya estaban hechas, algunas
incluso habían venido puestas, otras se formaron entre bailes y jugueteos.
Quedaban las soledades que no hay manera de romper
por no querer o por ser imposible para otros superar ciertas animadversiones
personales.
Los efectos de sustancias diversas metabolizadas en
alcohol, nublaba los sentidos de forma profunda.
La vista en aquella sala, noche dentro de la noche, apenas
rota por algunas velas, sólo servía para hacernos notar el estar acompañados en
nuestra eterna soledad.
Estaba claro que no podía discernir ni colores ni por
supuesto caras, todo lo cual me hacía constantes trampas en mis atribuladas
percepciones.
Me acerqué a una pequeña barra, donde un aburrido
camarero servía todo tipo de mejunjes con sabores y colores capaces de asustar
a gente más valiente.
Apoyado frente aquel oasis líquido, pedí sin
convicción mi enésima copa, servida con
extraña presteza por la abúlica jefa de sala. Pero que resuelta me dijo:
-
¿por qué no va a pescar algo por la
oscuridad?
Dicho de forma conspirativa, mientras señalaba con su
cara hacia la zona de guardarropía.
Dirigí mi vista hacia el lugar en cuestión, donde no
me pareció adivinar ninguna presencia femenina necesitada de calor humano.
Pero como soy un chico obediente y predispuesto, me
trasladé a la citada zona, que se hallaba sumida en una penumbra aun más
notoria.
Alguien había abierto los ventanales para poder
admirar la noche estrellada y así con los consiguientes juegos de palabas
convencer a quién fuese y se terciara de ser su estrella guía.
Lo cual hizo que se produjese una notable corriente
de aire, en la cual bailaban cortinas, manteles, estolas y demás telas de usos
varios, incluidas las prendas colgadas en los percheros.
Prendas que con el movimiento, se enzarzaron en un diálogo
inquietante para mí, pues aun no estaba en el grado alcohólico necesario para
comprender ciertas conversaciones.
Pero sí pude apreciar que un abrigo muy puesto se
quejaba de estar mal colgado durante horas, de una triste percha de
plástico a altas horas de la madrugada:
-
Esto es intolerable, voy a quedar deformado
de por vida.
A lo que un
visón todavía de muy buen ver, le respondía:
-
No hay
percha mala si el paño es bueno.
En esto intervino una chaqueta de esmoquin blanca,
cuyo propietario no debía tener muy claro las reglas de urbanidad protocolarias
puesto que la había depositado en aquella jaula de prendas revueltas.
-
Mi caballero ha preferido dejarme aquí a mi
suerte, antes que intentar quitarme esa
mancha de vino que tanto me humilla.
-
No te preocupes bonita, así resalta más tu
hermosa blancura.
Quién así respondía, no era otro que un altivo (por
estar situado en un estante por encima), sombrero de copa.
-
Ya está la chistera haciéndose la graciosa.
Le marcaba una estola, harta de caracolear al ritmo
de la corriente de aire.
Yo alucinaba con todo aquel guirigay de voces que no
paraba, incluso me miré la copa, por si con esta moda de echar de todo al gin-tonic,
esta vez se habían pasado con la pimienta.
Entonces la vi, estaba con toda su plena belleza
acariciada por un rayo de luna, lo que realzaba de forma notable todos sus
encantos, de forma que no podía evadirme de ellos partiendo en retirada.
Educado en las viejas normas de lo políticamente
incorrecto, en cuanto a la relación entre sexos diferentes, no pude menos que
sin prevención alguna, dirigirme a la conquista de una posición más cercana y
desde allí iniciar el asalto en plaza.
Para ello tenía que olvidarme de mi compañera en
aquella noche, fiel compañía durante varios años, ya perdidos en los vericuetos
de la memoria, iniciada por unas sabias manos de las que se encargan de todo,
para que todo encaje como debe ser.
Pero esto era diferente, era como si algo estuviera
machacando en mi cerebro que era ahora o nunca; que esta era mi ocasión
perdida, no sé cuando, pero seguro que en alguna otra ocasión tuve oportunidad
y no me atreví.
Así que en un descuido en la guardarropía, cambié mi
vieja chaqueta por aquella hermosura de tez pálida y ribetes sedosos, que en su
silencio daba alas a mi deseo inconfesable.
Mientras huíamos presurosos, le prometí un viaje a
Venecia con góndolas incluidas, una visita a París con el Sena acunado por
acordeones, una estancia en Madrid con chapoteo de remos en el Retiro…
Pero ella sólo sonreía, a mí, me sonreía a mí y eso
bastaba.
Se oyó cómo un repiquetear de mangas sonando parecido
a una ovación de aplausos, mientras nos escabullíamos por el forro.
Barcelona, tres de
Agosto 2019
A veces ser correspondido en el amor dependa tal vez del azar, y de una predisposición claro.
ResponderEliminarbonito relato.
Besos.
Hay cosas que son totalmente inescrutables.
EliminarMuchas gracias.
Besos.
Muy original.
ResponderEliminarMe quedo cerca.
Un beso abrigadito.
Muchas gracias.
EliminarMe alegra te quedes por aquí.
Un beso cariñoso.
Las sorpresas pueden estar en cualquier parte. El personaje nada difícil y muy prometedor.
ResponderEliminarTe quedó ¡estupendo!!
Besos
Tenemos sorpresas cada momento en cualquier lugar. ;)
EliminarMuchas gracias.
Besos.
Seguro que pasasteis por La casa del sol naciente...
ResponderEliminar; )
Temazo y buena historia,Alfred.
Besos.
Pues...pudiera ser ;)
EliminarMuchas gracias Carmen.
Besos.
Qué derroche de imaginación!!!
ResponderEliminarTe ha quedado de lujo.
Bueno, lo del Retiro no sé... pero bueno...
Saludos.
:))) Muchas gracias Toro!!!
EliminarHay que poner de todo, incluso localismos.
Saludos.
Magnífico. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias Chema.
EliminarEres muy amable :)
Un abrazo.
Sublime, querido Alfred.
ResponderEliminarTe aplaudo.
Chapeau!!
Besines.
Muchas gracias querida Livy!!!
EliminarMientras no se la cara ;)
Besines.
No me des ideas :))
Eliminar+besines.
Que sea con guantes de seda.
EliminarChupa de cuero y tacones bien altos.
;)))))
+Besines.
Sus deseos son órdenes para mi :))))
EliminarMuchos más besines.
No me tientes...
Eliminar...;))))
Muchísimos * besines.
Muy muy bueno Alfred, me ha encantado. Ese final inesperado!. Genial de verdad.
ResponderEliminarBesitos
Muchas gracias lopillas!!!
EliminarMe alegra que te guste.
Besitos.
Estupendo relato Alfred, tu imaginación es prodigiosa.
ResponderEliminarBesos.
Muchas gracias Yashira! Eres muy amable ;)
EliminarBesos.
Alfred, me he quedado fascinada con tu imaginación. Te a quedado de maravilla el texto. La vida nos da sorpresas amigo mio. Saludos a la distancia.
ResponderEliminarMuchas gracias Sandra. A veces uno se pone a observar a su alrededor y va vindo cosas...
EliminarSaludos en la cercania de la red. ;)
Pues eso daría para poner otro post :)))
ResponderEliminarOtro para ti, Julio David.
Un singular relato donde la personificación de las prendas dialogan al unísono para despertar los sentidos y aprovechar las oportunidades.
ResponderEliminarQué bueno, don Alfred.
Saludos a todos.
Muchas gracias Guillermo, veo que te ha gustado y eso me satisface mucho.
EliminarUn saludo cordial.
Hola Alfred!
ResponderEliminarHay una forma de vida, que tira hacia lo no correcto, que siempre ha existido y existirá, porque el ser humano es como es, porque nuestro adn tira hacia caminos desconocidos y el morbo atrae.No entro en si es bueno o malo pero al final siempre acostumbra a salir mal. El poema, a la vez que cómico, es delicado. Me ha gustado.
Hola!
EliminarLo de qué es lo correcto, parece variar a lo largo de la vida, son simples puntos de vista. a veces parece que las cosas no son buenas o malas, lo son las intenciones.
Muchas gracias!
Muchas gracias evan. Puedes instalarte por donde te sea más cómodo, parece que cerca del guardarropa es más interesante ;)
ResponderEliminarUn abrazo.
Encantador tu relato y mucho mejor si el cambio hubiese sido de vieja a nueva.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias María De Los Ángeles, pero ya ves que el chico ha sido un poco caprichoso.
EliminarUn abrazo.
Estupenda analogía para describir el ambiente desenfrenado de aquella fiesta tan singular.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias Rafael. ya ves como se desenvuelven en una fiesta de estas digamos... sociales.
EliminarUn abrazo.
Saludos a la distancia amigo Alfred. No se me actualiza tu blog.
ResponderEliminarSaludos amiga Sandra, deben ser cosas de blogger.
EliminarHola Alfred, pienso lo mismo, son cosas de Blogger pero ya pasara. Saludos.
EliminarHola Sandra.
EliminarSeguro!
El próximo te lo envio ;)
Saludos.
Cuánta imaginación.... Muy bueno.
ResponderEliminarBuen día y buen fin de semana
Muchas gracias! Es cuestión de fijarse en el entorno ;)
EliminarBuen finde!
Me ha encantado... Precioso!!
ResponderEliminarMuchos besos
Muchas gracias Adelina!!!
EliminarTropecientos besos para ti ;)
Una forma alucinante de entretejer historias.
ResponderEliminarHola bienvenida a este rincón, que no me he tomado la molestia nunca de intentar clasificar.
EliminarLas historias acuden a medida que estiras de una.
Un saludo.
Un relato singular, sin duda, con esa originalidad con que sueles tintarlos. Muy bien desarrollado.
ResponderEliminarAbrazo Alfred.
Muchas gracias Ernesto, un diverimento para disfrute veraniego. ;)
EliminarAbrazo.
Un largo pero divertido y con un buen fin ,vale la pena ver oir callar y actuar ...abrazos amigo,
ResponderEliminarMuchas gracias Marina, me alegra te haya gustado.
EliminarAbrazos amiga.
Lo leí al revés. Es decir, empecé por la segunda parte. E igual me encantó.
ResponderEliminarLeyéndolo así creo que mantuve el suspense de cómo la americana llegó a esa situación tan triste de abandono.
Un texto (dos) muy original y divertido, también con mucha profundidad en una lectura más calmada.
Te felicito
Besos
Pues lo escribí en el orden publicado y con días de alternancia.
EliminarMe alegra que lo hayas encontrado igualmente interesante ;)
Muchas gracias!
Besos Alis.