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Luce el
sol,
el fuerte viento
tras las pasadas lluvias,
nos permite una visión
muy nítida.
Tanto, que teniendo
la ciudad a mis pies,
puedo observar
los edificios
más singulares.
Esos que a todas horas
son fotografiados
por muchos,
quizás demasiados,
turistas por minuto.
¿Existe esa estadística?
Tendría que haberla,
para mentes
preguntonas
y políticos
con neurosis
de ofrecer,
alud de datos
inservibles,
para justificar
su nula sapiencia
sobre lo que sea.
Cualquier ciudad
vista desde lo alto
nos parece hermosa.
Nos llega un ruido,
lejano, informe,
que no molesta.
La polución
no sube
se queda ahogando
a los ciudadanos,
esos que me incordian
con su sola presencia,
al ocupar
mi espacio vital.
Luego bajaré
a esconderme
en mi cueva
a ver pasar
las horas,
hasta el siguiente
funeral.
Los que están a mi lado
no saben lo que pienso
ni siquiera contemplan
las bellas vistas
Pobre jabalí
aislado en su hocico,
buscando bellotas
y esa torcaz
en vuelo rasante,
hasta la charca.
Barcelona, 28 noviembre 2017