Fotografías
del autor
La
Nota
Estaba
ahí, tirada en el suelo, recién huida de algún bolsillo distraído, o bien
dejada caer para forzar una ignorancia del contenido no compartido.
El
hombre, recién levantado a quien en principio pertenecía, salió presto hacia la
puerta.
En
cualquier caso, llegó a mis manos, la
cogí justo cuando las puertas del tren se cerraban y el propietario y yo, nos
alejábamos en sendas opuestas.
Mi
intención, de devolver aquella nota perdida a su propietario, se quedó en eso,
en un noble gesto.
La
retuve en la mano y por alguna razón, qué no sé cuál es, me la guardé en el bolsillo.
Más
tarde, en la fresca tranquilidad forzada de la biblioteca, al lado de un señor
que dormía entre libros de botánica. ¿Quién no se duerme leyendo libros de
botánica, cuyo grosor dejan en ridículo, mis recias pantorrillas? Me he
acordado de la nota y la he leído, luego vistos sus múltiples pliegues, he
intentado imaginar su formato primigenio.
Y
he pensado que un barquito de papel era lo más adecuado o lo que se ajustaría
más a la imaginación de un maquinador de las letras, sin pudor alguno por las
de los demás.
Así,
con esta forma, ves la nota navegando e imaginando la historia que tras ella se
esconde, unos ánimos no pedidos, un rechazo amoroso, un agradecimiento por
animar una fiesta, un reconocimiento por las virtudes en el arte musical.
¿A
saber? Es cuestión de dejar volar la imaginación, y esperar, a ver qué sucede,
que me trae esa neurona loca que revolotea por mi cabeza, harta de darse
porrazos en un cráneo vacío.
Al
hombre de la nota, se le promete que, con un espíritu fuerte, los deseos se
consiguen. Ahora se me ocurre un símil, que por no herir suspicacias,
sociopolítico-sentimentales e identitarias, no mencionaré.
Espero
que lo logre, que consiga aquello que se proponga, que disfrute de lo que la
firmante de la nota le promete, que ya veo que no va a ser con ella, que con bailar y cantar ya
tiene bastante y él a lo mejor tiene un corazón roto, por dedicar una canción,
a quién solo quería una tarde de diversión playera.
Sara,
solo decirte, que tu nota cayó a mis pies. Sin ánimo de inmiscuirme y tras un
intento, vano, de hacerla llegar otra vez a su destinatario, se me ocurrieron
estas palabrejas, por haberla leído, que os pido perdón por ello, bueno tan solo es
una nota, no una carta certificada, pero ya ves que una simple nota puede dar
pie a cambiar una vida.
Vino
hasta mí, convertida en una vela desplegada, sin ser ya un barquito con ganas
de conquistar un mar conocido.
Pues
Christian, se fue, solo, sin tu nota, sin yo saber si se le cayó, o la perdió
mientras le temblaban los dedos, mientras lloraba apenado, o si la tiró
voluntariamente, herido en sus sentimientos tras sufrir el rechazo.
Está
claro que la leyó, a lo mejor muchas veces, tantas como pliegues tenía al
llegar a mis manos, sin llegar a entenderla.
Buscando una salida para la pobre
nota, aterrizó en el suelo de un vagón de tren.
La
vida es caprichosa, es efímera, nos trae y nos lleva, pero al final se nos
acaba.
Todo
lo que pudo ser no está en la nota, en ella solo cabe un presente incierto y
un futuro de buenas intenciones.
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Foto de A.C.P. |
Barcelona,
2 agosto 2017