Foto obtenida de internet
( Se cree, aunque no está confirmado oficialmente, que fue utilizado por John "el pecas" y Roberto " el dumbo", en su huida tras el asalto a la granja de la Loli, con un botín, de un gran saco de chuches).
EL PATINETE
Ver esta imagen de un artilugio de fabricación casera, para el traslado rápido de una criatura,
me hace pensar evidentemente en la infancia, la mía personal y la de mi
generación.
Podría poner
una retahíla de cosas, objetos y situaciones. Como los que corren por las redes
sociales, para jugando con la nostalgia soltar un ¿Te acuerdas cuando?...
Pero ya tenemos
una edad y, no estamos para recuperar imágenes, que el paso del tiempo con su
barniz edulcorante ha ido mejorando.
Es ahora, cuando
me estaba replanteando la idoneidad de mi continuación en esto de mostrar
palabra tras palabra, mi visión del mundo que me rodea y la plasmación de mi
imaginación, que es cuando surge el reto ante un regalo inocente y beatífico, de
mostrar mi rastro más humano y dar pie a mostrarme algo mejor.
En la infancia
todos somos bastante iguales, se forma la pandilla y a trotar por la calle el
parque, o el territorio que se nos asignara, con pequeñas incursiones hacia lo
desconocido con la participación de los más audaces.
El que ponía la
pelota, escogía equipo y era capitán, eso fijo. Los demás a esperar ser
elegidos y poder participar en el partido, las niñas a sus cosas.
Ver una horda
polvorienta, persiguiendo todos a una para hacerse con la pelota, sin tácticas
de equipo alguna, con los porteros desgañitándose ante su soledad manifiesta,
tenía que ser bien curioso.
Dada mi rapidez
en pasar de un campo a otro, en escapadas no siempre recompensadas, a parte del
consabido puntapié en el tobillo, de tanto en tanto descansaba charlando con el
portero, si estaba en situación libre de
angustias defensivas.
En ocasiones en
que no se disponía de pelota, o demasiado tiempo, o faltaba gente, unas canicas
ayudaban a hacer la tarde más llevadera, con las discusiones de rigor en cuanto
a la validez de la jugada.
Estábamos en
ocasiones bajo la supervisión de algunas hermanas mayores, sentadas en
escaleras o pretiles de piedra, cogiendo práctica estirándose la falda, en
imitación de las madres que no querían enseñar las rodillas o algo más íntimo.
De todas formas
poder decir que las de Pepi eran blancas y las de Mamen rosas, era todo un
triunfo.
Otra cosa que
gozaba de gran predicamento eran las excursiones en bicis y patinetes, de lo
cual sólo los más afortunados solían
disponer.
El resto, solía
fabricarse con ayuda de hermanos o
parientes mayores, en la ignorancia de madres amantisimas, aquellos artilugios
que gozaban de una rapidez inusual, con
los cojinetes bien engrasados obtenidos del taller, en el que se reparaba
cualquier cosa con ruedas.
Utilizados en descensos y pistas no señalizadas, esos
patinetes eran el pavor en las calles descendentes, en que no siempre las
abuelas eran lo suficientemente veloces como para apartarse a tiempo.
Motivo de
confiscación de un bien tan preciado con colleja segura por parte de la tendera
que recogía a la víctima y le devolvía su cesto más o menos recompuesto.
De paso se
vengaban, por la sustracción en el colmado, granja o mercería de turno, de los
ganchitos que formaban esas cortinillas metálicas anti moscas, de los establecimientos
en las época estival, utilizados como artillería con gomas de los yogures.
En las esperas
en los establecimientos, disimuladamente, íbamos cercenado la longitud de las
tiras, mientras estábamos embriagados por la mezcla de olores que desprendía la
fruta, pues la fruta venía con su perfume puesto, ya fueran melocotones,
nísperos, higos, cerezas o lo que tocase en cada momento, pues también tenían
su época del año.
No conseguí
tener ninguno propio de estos artilugios, pero sí que los utilicé y me permitió que a la larga, me
regalaran uno de verdad, pero que corría mucho menos, las autoridades regias de mi
época así lo imponían.
Pero pasear con
aquel patinete, todo metálico con sus ruedas grandes de goma, con su manillar
bien cogido y dándole que te pego con la pierna buena para avanzar raudo, no tenía
precio.
Me permitía
seguir a las bicis atajando por las aceras, esquivar a las señoras con los
cestos de compra, deslizarme por bajadas que no siempre eran las más
adecuadas.
Me pelé lo
suficiente las rodillas, como para que no me riñeran demasiado, pues lo primero
era atenderme.
Lo malo del
asunto, era cuando la enfermera de turno era la madre de alguno de la pandilla,
el amigo en cuestión se llevaba la reprimenda por osado, a mí me curaban, pero
no me libraba del consabido pellizco en las mejillas, y el ¡Que mono! Y ¡A ver
si nos portamos bien! De rigor.
Pasando
inmediatamente a pasarnos la lección, con terror manifiesto y pasmo, acompañado
de miradas asesinas con el compadre víctima de aquella madre.
De todos
aquellos acontecimientos, no queda testamento gráfico, no se solían hacer
muchas fotos, sólo esporádicamente un padre aficionado sacaba alguna con los
modelos totalmente encuadrados y en un posado solemne.
Las señoras de
un vivir más alegre, se tapaban como podían, pañuelos y mantones, unas
delanteras que no podían pasar a la posteridad, para críticas de parientes de
cualquier calaña.
La infancia se
acaba un buen día, en que descubres que todo son obligaciones.
Esos tiempos de infancia, que como dices, todos los niños son tan parecidos por dentro, me parecen un retrato increíble de una infancia en unos tiempos.
ResponderEliminarLo de las vidas en la calle, a diferencia de la realidad que impide que nos niños se eduquen entre todos los miembros de la tribu, es un problema, porque con esos pocos juguetes, como dices, fabracasteis un universo, que hoy te permitiste recordar, y que agradezco hayas querido compartir
Un beso.,
La infancia es una patria compartida, cada generación tiene la suya y gracias a que alguien me ha tirado de la lengua, he enlazado estas palabras.
EliminarLas cosas han cambiado bastante, pero aun hay sitios en los que la tribu existe.
Un beso.
Dices: Mostrar mi rostro más humano. Esto es muy positivo, me ha gustado.
ResponderEliminarEstos artilugios, quien más quien menos, todos los hemos probado y quieras o no, todos alguna vez hemos vuelto la vista atrás con un poco de nostalgia hacia una edad, que como tu dices, había mucho de juego y poco de obligación, justo al revés del mundo adulto.
Un saludo.
Es lo que tiene hacerse mayor, nos fijamos en las casillas de inicio, de la vida que nos ha tocado en suerte.
ResponderEliminarUn abrazo.
Con todo mi cariño un gran abrazo...
ResponderEliminarMuchas gracias por la visita Marina.
EliminarUn gran abrazo.