DESPAREJADOS
Nos conocimos un sábado, cómo no, de
esos interminables en que toda la casa se pone patas arriba.
Solíamos ir cada cual con su pareja habitual,
aunque fuera algo sosaina, pues dentro
del habitáculo festivalero, el desmadre era total y cada cual se juntaba con
quien quería o podía.
Allí dentro pasaba de todo, los
ritmos variaban, ora frenéticos y descabezados ora más lentos y anegados,
solían remojarnos hasta la saciedad, con lo cual algo cargaditos quedábamos, eso sí, perfumaditos también.
En el frenético baile sincopado, lo
normal era perder la pareja de turno y no verla hasta el final de la sesión, lo
cual no siempre se daba, pues algunas aprovechaban para ir a por tabaco, pues
desaparecían sin más.
Ahora cuando conocías a alguien que
le iba la marcha del mismo modo que a tí, la diversión estaba asegurada y no
querías dejar de dar vueltas, cuanto más frenéticas mejor, hasta acabar metido
dentro de sus pliegues más íntimos.
Salimos tan juntos, tan unidos, tan
compenetrados, que estaba convencido que esta vez había encontrado la pareja de
mi vida.
No nos parecíamos en nada, nuestros
colores divergían totalmente, pero a la luz del sol se complementaban igual de
bien.
Era cuestión clara, de que nuestras almas
estaban hechas, una para complementar a la otra.
Una vez fuera, amontonados, mojados y
retorcidos, nuestros compañeros festivaleros, nos miraban sonriendo por lo
bajini, seguro que pensando, tenemos pareja nueva, veremos cuanto duran.
Normalmente una manos cariñosas, nos
colocaban al borde del abismo, en una última pirueta festivalera, que no todos
aceptábamos por igual, pues más de uno había caído al vacío y nunca más se supo
de él.
Estábamos tan requete unidos, que nos consideraron
una unidad, y así fuimos expuestos al mundo de la luz, sol y aire.
A medida que mi color iba clareando y
mis rombos luciendo seductores, también mi apego disminuía, quedando en una
situación cada vez más precaria.
Tenía algo de miedo, hay que decirlo,
la mano de nuestro destino, no siempre viene en el mejor momento, a veces éste
ya ha pasado.
Por si acaso le dije a mi compañía de
jolgorio que lo mío sería eterno mientras durase.
Me parece que los calcetines se han puesto de moda:-)
ResponderEliminarUn beso
A qué sí! Tal parece, que uno ve los calcetines perdidos, mostrando una vida propia por otros lares.
EliminarUn beso.
Este jubilado me parece muy joven, pero me parece bien, la juventud es corta y tiene sus cosas, como las que explicas. Me ha gustado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un joven jubilado, tiene la suficiente perspicacia, para dado el caso observar el comportamiento de los bienes materiales que pululan por la casa, con (parece ser) algo de vida propia.
EliminarUn abrazo.
El desparejado siempre esta buscando el origen de su situación, pero seguro que al final encuentra su compañero aunque no sea el que piensa.
ResponderEliminarUn abrazo Alfred.
Puri
Pues claro! la cuestión esestar en buena compañía.
EliminarUn beso Puri.
Muy bueno, Alfred, me gustó. Se perciben, a través de la pantalla, las ganas de vivir del protagonista.
ResponderEliminar¡Saludos!
Gracias por tu comentario, es un canto a la vida, compartida.
EliminarUn saludo!
Los calcetines tienen entidad, ahora entiendo muchas cosas, muchas desapariciones. Un abrazo cuatro años despues
ResponderEliminar¡Hola Ester!
EliminarA través del túnel del tiempo donde me encuentro, buscando un calcetín perdido, recibe un cordial abrazo.