Ya hacía mucho tiempo que no tenía
remordimiento alguno, al principio sí que se había sentido un tanto extraño,
pero a medida que fue desarrollando y mejorando su técnica, se convirtió en un
trabajo placentero.
Le obligaba a viajar constantemente,
cosa que siempre le había gustado, lo de conocer gente no se le daba muy bien,
pero las ciudades sí.
Además le proporcionaba mucho tiempo libre,
pues entre trabajo y trabajo, solían pasar muchos días, incluso meses, pero con
su alta remuneración, se lo podía permitir tranquilamente.
Estaba en la élite de la profesión,
aunque no se conocían, si sabía de sus colegas, se tenían un respeto total y a nadie se le ocurriría interferir en
la actividad de la competencia.
Era un trabajo anodino, en
cuanto qué, el anonimato era
imprescindible, para el desarrollo de su actividad y el buen nombre de sus
clientes.
Pero alguna vez, el trabajo incluía
un poco de teatro, como aviso a navegantes, de lo que podía ocurrir, en ciertas
desviaciones de un guión no escrito.
Algunos encargos, como gente mayor,
cuyos herederos tenían prisa por reordenar sus vidas, con la ayuda esperada,
eran muy sencillos y fáciles de realizar.
Otros cuyo inicio, podía ser la
venganza, no le resultaban tan gratos, aunque el cumplía exactamente igual,
siendo el resultado impecable.
Incluso algunas veces, se sentía como
un brazo de la justicia, cuando su labor consistía en acallar, al típico
usurpador de voluntades ajenas.
También había silenciado testimonios
conflictivos, que ningún bien podían proporcionar a sus clientes, gente
altamente profesional, que no se detenían por algún defecto de forma, en sus
actividades lucrativas.
Se dedicaba a cumplir con el encargo
solicitado, sin preguntar el por qué, aunque pudiera intuirlo, para evitar
precisamente, ninguna sensación de juicio de valor, nada que afectara a su
conciencia.
Algún crio, que podía interferir en
derechos sucesorios, se le había atragantado un poco, pero verlos como seres
molestos, con mocos y berreando, le facilitaba mucho, tomar la decisión
adecuada y rápida.
Con los banqueros, que habían tomado
decisiones provechosas, en su cuenta personal, se sentía especialmente a gusto,
últimamente había tenido varios asuntos con ellos, incluso se permitió con uno,
en verle la cara de pasmo cuando se presentó ante él a pecho descubierto.
Fue un error imperdonable, fruto del
dominio de la situación, a la que había llegado en su carrera.
Aunque con el último, había rizado el
rizo, pues tratándose de una mujer, de muy buen ver, con una cartera muy
amplia, necesitada de un poco de cariño,
en un mundo de tiburones, donde la desconfianza era ley.
Se permitió una convivencia de varios
meses, con viajes de negocios por en medio, a parte de las salidas puramente
placenteras.
Se enamoró perdidamente, pues en su
vida los afectos eran cuestión de horas y se planteó seriamente, no realizar la
operación encargada.
Pero su sentido de la responsabilidad
se impuso, permitiéndose eso sí, una acción más elaborada, con un resultado más
aséptico e indoloro para ella.
Con la cantidad de accidentes caseros
que se producían, incluso laborales, tráfico, negligencia médica, suicidios etc.
etc. No tendría problemas.
Era un profesional.
Hay que ser profesional, sea en el oficio que se practique. Di que sí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un buen trabajo lleva a una autoestima adecuada para realizar otro.
EliminarUn abrazo.
Considerando que es profesional, muy profesional, el hombre no tiene escrúpulos.
ResponderEliminarPero yo tenía la esperanza, que al estar perdidamente enamorado, la mujer le hubiera dado la vuelta y convertirlo en un ser normal.
Pero el final es el es. Muy bien escrito.
Una ligera inclinación de sombrero.
Normal si és, se limita a cumplir su trabajo, sin dejarse distraer. Gracias!
EliminarLigera subida de la mano a la cabeza.