Para Enric
En esta tesitura de forzar la
apertura del armario con la fuerza, sentí como cedía el fondo del mismo, momento
en que la música la oí en toda su magnificencia.
Estaba en una sala magnífica,
bellamente decorada, donde unos músicos situados sobre una plataforma tocaban
sus instrumentos, que en principio me sonaran como perteneciente a la capilla
real, iban con atuendos de época.
La sala estaba bastante llena, con
gente mayor sentada en sillones isabelinos y jóvenes danzando en la parte
central.
Al irrumpir por sorpresa, note sobre mí
todas las miradas, algunas de sorpresa y otras reprobatorias, el cese de la
música y el inicio de murmullos.
En ese momento de silencio
expectante, suena un estruendo, luego varios más le siguen, todos los ocupantes
se despreocupan de mí, salen corriendo mientras el bombardeo se intensifica.
Una mujer me ayuda a incorporarme, me
aconseja que me vaya, ¿pero a dónde?, no
sé donde estoy.
Está claro que están acostumbrados a
los bombardeos, no cunde el pánico, solo el buscar un refugio seguro.
Poco a poco me voy apercibiendo, por
el comportamiento, vestimentas, forma de hablar y los hechos que se producen, de
que estoy en mi ciudad, pero en el siglo XVIII, asediada y hostigada por las tropas
borbónicas.
Los hombres se aprestan a salir hacia
las murallas, en defensa de la ciudad, las mujeres empiezan a preparar lo que serán
vendas y material para curas de los futuros heridos.
Mientras otras, se dedican, a pie de las
defensas, a cargar los mosquetes, utilizados por las milicias.
Soy un hombre de paz, nunca he
intervenido en un conflicto, pero algo me hace salir corriendo a unirme a la
suerte de los defensores,
Lo más parecido que puedo imaginarme
sobre la situación en la que estoy, es recordar el Álamo, y su defensa hasta la
extenuación.
No me importa, ahora estoy en esta
tesitura y la acepto, aún recuerdo algo de mi puntería en las ferias, pero esto
es distinto, no disparo a un patito amarillo sino a una casaca azul.
Los asaltantes son tantos, que solo
mirarlos marea, la ventaja es que no se tiene que hacer un esfuerzo para
acertar, haces diana aunque no quieras.
Gracias a que nos recargan con
presteza el mosquete, podemos disparar con mucha frecuencia y los pocos
efectivos, multiplican su capacidad de resistencia, para desespero de los
asaltantes, que ven frustradas, una vez más, sus ansias de conquista.
A medida que anochece, la acción
bélica decrece, y la calma tensa se expande por la muralla, a la espera de
alguna reacción.
Se quedan los vigías y los demás nos
retiramos, no sé dónde ir, pero enseguida me acogen, en casa de unos
comerciantes de tintes y productos de lo que llamaríamos droguería.
Cenamos en unos cuencos de madera, lo
que podría ser una “escudella” o caldo hecho con productos indefinidos y no
recomendables de preguntar.
Pero cumple su función de
reconfortarnos, la mujer me pasa una manta y me dice que puedo dormir sobre el
mostrador o el suelo, lo que prefiera, escojo el suelo, sobre unos sacos, que
me protegen de la humedad del suelo, pero no del husmeo de las ratas.
Podemos dormir más o menos
tranquilos, pues en caso de emergencia, las campanas de todas las iglesias de
la ciudad, tocaran arrebato, y la milicia se pondrá otra vez en pie, en su
defensa.
Me quedo contemplando el dedo gordo
del pie izquierdo, que asoma por un agujero en la bota de un compañero,
estirado en el suelo como yo, diría que no era negro, pero no estoy del todo convencido.
Barcelona, 5 julio 2014
Barcelona, 5 julio 2014
El escritor, original y trabajador, crea dos finales diferentes y personalizados para una continuación. Me las he leído las dos y están muy bien. La que va nombre de Enric, la he encontrado muy apropiada, puesto que yo, hubiera hecho lo mismo, aunque posiblemente hubiera fenecido.
ResponderEliminarMuy bien, artista.
No lo encuentro adecuado lo de fenecer, tienes mucha tarea por delante, :D
ResponderEliminarGracias!
Un saludo.