Era un tipo muy metódico, puntilloso, no empezaba un libro hasta no haber acabado el que tenía entre manos.
Por eso lo llevaba a todas partes, hojeándolo en los trayectos en bus y en las comidas; le gustaba comer solo, los compañeros de trabajo con su cháchara inconsistente, le ponían malo.
Él y su libro eran inseparables, le hacían bromas al respecto, pero no le importaba, incluso se sentía superior, no sabía en qué, pero superior.
Le regalaron un punto, una de esas cartulinas decoradas como recuerdo de un viaje.
A partir de entonces, dejó de doblar la esquina de la hoja en la que se quedaba. Lo malo para él, es que no había marcas de lo que había ido leyendo los días anteriores.
Claro que era mejor no dejar señales, a veces eran libros prestados y quedaba feo.
Es que era muy despistado y encima le costaba recordar lo anteriormente leído.
Cuando llegaba a casa, lo depositaba en el mueble de la entrada junto a las llaves y el teléfono, cosas importantes que no podía olvidarse.
Por ello, al ir a salir y encontrarse el punto en el suelo, le entró pánico, un cierto temblor en la mano le hizo que se le volviera a caer al recogerlo.
Tendría que volver a empezar el libro, y era nada menos que el Ulises de Joyce, versión comentada, por un prestigioso filólogo inglés y, traducida por un importante intelectual, de esos que se exiliaron y, se repartieron por todas las universidades del mundo civilizado.
Cogió el libro, el punto, las llaves y el teléfono y salió como en trance, se quedó un rato delante del ascensor, que ya estaba en la planta, se lo quitaron, tuvo que volver a llamarlo.
En el autobús, no saludo al entrar y, se quedó quieto totalmente rígido cogido a una barra, le daba miedo sentarse y tener que empezar el libro otra vez.
¡Desde el principio!
Bueno, este pobre hombre está de memoria peor que yo, jejeje. Es fácil perder la página que estábamos leyendo, a mi me ha pasado en infinidad de ocasiones, pero afortunadamente encuentro con facilidad por dónde iba. Claro que este pobre hombre como no leía en plan relajado en su casa sino más bien como se suele decir, a salto de mata, pues igual por eso olvidaba todo lo leído.
ResponderEliminarMe gustó tu relato.
Un abrazo.
Gracias!
EliminarCelebro que te guste.
Un abrazo.
se me hizo que no leia, que simplemente escapaba de algo. Por eso no podía memorizar nada y al perder ese punto se sintió como que le habían soltado de la mano y estaba nuevamente a la deriva
ResponderEliminarme gustó mucho
un abrazo
Es como cuando has perdido algo y tienes que rehacer todo lo hecho para saber donde pudiste perderlo para así intentar encontrarlo. Es una posibilidad no?
EliminarUn abrazo Laura y gracias.
Me ha gustado tu relato, describes a la perfección a una persona maniaca.
ResponderEliminarSaludos Alfred!
Ahora uso un cordelito, cómo esos de los misales antiguos, sabes? Un beso Pilar, :)
EliminarDímelo a mí. Cien años de soledad lo he empezado 18 veces, perdona, 19 desde hoy.
ResponderEliminarYo uso un punto de libro, que no es otro que el comprado en el museo de Dalí, de Figueres, con el grabado del cuadro " Muchacha en la ventana".
Tengo la sospecha que mis amigos, cuando me despisto, me cambian de lugar el maldito punto, porque, como tu personaje, no me separo de él.
Ahora tengo que dejarte, que tengo el libro sin mi vigilancia.
Un abrazo.
Hola Albada, dímelo a mi que me lo leí fe un tirón, por aquella época no se estilaban los puntos de libro...Un abrazo.
EliminarAnte todo bien venido al grupo, te conozco de verte en otros blogs, pero nunca te he leído, ahora leo el relato de este hombre obsesionado por la lectura y por el punto donde se quedaba leyendo. Lo has descrito muy bien y desde luego hay gente pa tó, como tú protagonista, que no te creas que alguno habrá por ahí suelto.
ResponderEliminarBienvenido
Muchas gracias Tracy, un placer.
EliminarEstoy seguro de ello, hay gente pa tó! ;)
Un abrazo
Bueno... si tenia tan mala memoria.. .para qué leer! Jaja. Original relato que ha sido un placer leer. Me alegra que decidieras sumarte a nuestros encuentros jueveros. Saludos desde el sur.
ResponderEliminarHay quién se obsesiona, al menos disfruta mientras lee ;)
EliminarMuchas gracias.
Un saludo desde Barcelona.
¿Y no recordaba qué había leído ya que tiene que volver a empezar? ¡Qué curioso! Yo creo que tenía algo de obsesión. Además, no parece escoger libros sencillitos.
ResponderEliminarEstá muy bien. Me ha gustado.
Besos.
El pobre hombre, tenía muy limitada memoria y a pesar de disfrutar o no con la lectura, pues no lo sabemos muy bien, si le gustaba leer cosas interesantes o que al menos como tales le vendían.
EliminarMuchas gracias.
Besos.
Sin duda el hombre tenía que estar angustiado, y para él sin duda era un problema que su memoria, pero eso se habría solucionado con un marcador de paginas ...muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz noche.
Vivir en un angustia buscada, no es un problema, en una tremenda estupidez. Pero los humanos somos así.
EliminarMuchas gracias Campirela.
Un abrazo y feliz finde.
Mucho trasfondo (y mucho libro). Toda una historia y toda una vida como para ir perdiendo el punto. Seguramente así lo empezó Joyce. Gracias por participar. Abrazos, tocayo.
ResponderEliminarMuchas gracias Alfredo. Realmente es mucho libro como para estar perdiendo el hilo continuamente, en cuanto a Joyce no creo que nadie pueda saber en qué estaba pensando cuando lo escribió.
EliminarUn placer, abrazos.
Al principio me reconocí en tu personaje aún si era al masculino, ya que he intentado una y otra vez leer contemporáneamente más de un libro y no he podido. Eso sí, se me han caído los "puntos" ('señaladores' para esta porteña) y recuerdo perfectamente hasta dónde había leído o llegado.
ResponderEliminarUn beso.
Es un juego, dado que el libro no deja de ser un bucle, en el que recorren la ciudad a través de una serie de lugares y personajes.
EliminarMe aprendo lo de "señaladores" ;)
Un beso.