VELEROS

Foto cedida por I.C.C.


Haikus


Velero blanco
siempre surcando lento
las locas olas.

Canta la arena,
silbada por el viento,
al mar eterno.

Acunaremos
nuestra alma, pura, triste,
prendida al sol.

Está perdida
buscándote así siempre
sola, mas trágica.

Flamean velas,
alegran calabazas
en tu recuerdo

Sobre la arena
húmeda pero limpia
escriben claro.

Alimentamos
con cenizas de ayer,
nobles futuros.

El sol impone
con fuerte voluntad
su gran imperio.

Huellas en agua
ocultas a mis ojos
sueñan amores.

Espera vela
escribo bien paciente
un verso azul.

Puesto de modo
que confunda la mar,
es para ti.



Barcelona, 31 Octubre 2016

BRUMAS

Foto del autor




Brumas

Nos vendieron una modernidad
para qué saliera en los libros de historia.

Esa antigualla que se estudia
como complemento de las cosas importantes.

Las que quieren nuestros ilustrados conciudadanos,
esos que asisten impertérritos
aplaudiendo en la fiesta de la rosa
o en la sardinada playera popular.

Nombre que ofende al fino olfato
pero no a la degustación
del cargo público bien retribuido,
con alforjas bien llenas
y coche oficial a la puerta.

Nos vamos a entender,
para vosotros, por bien ganado,
gobierno de la nación.

Para nosotros ser vuestra conciencia
por cuatro años más.

Los demás que esperen a la puerta.
oh mejor en las plazas,

Que dios provea por todos ellos,
los cura que no hemos echado
algo harán por ellos.


A vuela pluma,
una mañana de otoño
 en Barcelona.



27 Octubre 2016

LA MALETA

Imagen obtenida  de Internet





La maleta

Hacía pocos meses que se había mudado, la casa poco a poco iba cogiendo forma, bueno un poco, estaba un algo más acorde con la idea que tenía en mente, lo que pretendía, tardaría un poco más.

Pero al menos, ya no estaban paseando operarios por la casa, ni pintores, ni lampistas y todo eso que lleva actualizar una vivienda de segunda mano, por bien que esté.

Sentada en la terraza, oyendo el planear de los mosquitos, preparando sus armas de guerra para la noche que se avecinaba, se dedicaba a mirar la lista de todo lo que tenía que hacer antes de asistir al congreso.

No era gran cosa, le cabían todo, en un par de hojas tamaño folio, total era recordar cuatro cosas, la ropa para llevar y la de lucir, artículos de higiene personal, el neceser, unos dossiers, en fin todo lo normal para irse de viaje a la otra punta del país, donde suele llover día sí, día también, por estas fechas de las castañas.

Asistir a un congreso conlleva el hecho de llevar algunas cosas más, que en un viaje de puro placer vacacional. Cómo las gafas de leer por ejemplo.

Así las cosas, con la luz descendiendo en intensidad lentamente, para regocijo de los mosquitos prestos para la cena, se consoló al pensar que lo tenía todo controlado, era cuestión de meter las cosas en la maleta y ya está.

Al día siguiente, presentarse en el aeropuerto, cargando con esa especie de armario con ruedas escandalosas y a volar, con tres días por delante para ponerse al día con los compañeros de profesión.

¡La maleta!

¡Donde está la susodicha!

Estaba tan agotada, tras haber recogido los desperdicios desperdigados por una tropa de bárbaros, amigos por supuesto, que se habían presentado a cenar y a conocer su nueva vivienda que no había tenido tiempo de pensar en ella.

Lo primero mirar debajo de la  cama, lugar en el que evidentemente no estaba, con certeza pero por si acaso, sobre el armario, tampoco.
En el estudio, donde ya lo tenía casi todo organizado tampoco estaba.

Tenía miedo, pero no le quedaba otro remedio que adentrarse en el futuro cuarto de invitados, actualmente trastero a tiempo completo. 

Un sudor frío le recorrió todo el cuerpo, podía ser superior a sus fuerzas.

La puerta se resistió un poco, unas bolsas de ropa habían caído de las alturas oteantes de un sin número de cajas de cartón de origen, tamaño y procedencia, más qué desconocidos.

Con la insistencia típicamente femenina por descubrir las cosas ocultas tras las puertas, empujó y empujó hasta desplazar lo suficiente la puerta como para permitirle la entrada.

El lugar era dantesco, una profusión de cajas amontonadas, bolsas y paquetes por doquier, el tendedero , la escalera, el aspirador, cubos, fregonas, escobas, ordenador, impresora, libros, sombreros, cajas de zapatos, pero así  a simple vista, maleta no, no se veía ninguna.

Sólo se iba al día siguiente y no tenía maleta a la vista, no podía ser, las usó para traerse lo primero que tenía que ponerse en el piso nuevo.

Recordaba vagamente, haberlas dejado por ahí, si por ahí, dentro de ese cuarto grande, con un precioso balcón a la calle y un artesonado en el techo que le daba un toque de distinción.

Tras intentar colarse por los resquicios que ofrecían las torres de cajas sin demasiado éxito y con la mirada perdida en aquella multitud de objetos varios, opto visto el avance del tiempo, en ir sacando cosas al recibidor, para despejar.

Cuando no podían pasar ni los mosquitos en formación de combate por el pasillo, ella pudo hacerse una idea de todo lo que había sacado y todo lo que había depositado fuera de la habitación.

No, la maleta no estaba, evidentemente.

Sentada en un taburete de madera, observada por los mosquitos, los cuales habían cambiado de táctica, adentrándose por las pequeñas fisuras entre los bloques acartonados, en la conocida táctica de la fila india.

Decidió irse a tumbarse en la cama y al menos dormir un poco, ni que fueran un par de horas, ya pediría una maleta, aún tendría algo de tiempo.

Al ir a tomar un vaso de agua, en la cocina, allí, desafiante y en toda su plenitud, una maleta le sonreía con la picardía, de alguien que había sido pillada en falta.




Barcelona, 25 Octubre 2016


Costuras antes de acostarse

Costuras antes de acostarse
Dibujo gentileza de rita_rr



Remendando
el alma,
cada noche.

Luna tras luna.
¿Y cuando no está?
¡También!

Cosiendo  salidas
de un corazón  generoso.

Entregado como
si dejando el alma,
conquistara  su mundo.

Que penoso es
ponerlo a sitio
cada noche.

Luna tras luna.
¿Y cuando no está?
¡También!

Siempre cree
¡Esta vez sí!
¡Es amor!
Pero no.

Una vez tras otra
su entrega apasionada
es contestada con desdén.

Luna tras luna.
¿Y cuando no está?
¡También!

Pasó la pasión
le robaron la ilusión.

Puntada tras puntada
Pregunta a la luna.
Esta vez sí?

Y ella se esconde
sin contestar.

Nuevas cicatrices
hablaran en la noche
que nadie verán.

Pues no están las heridas
para ser enseñadas.

Sólo la noche sabe
qué guarda el corazón.

Luna tras luna.
¿Y cuando no está?
¡También!



Sarria, 23 Octubre 2016



Estaban muy unidos

                               Foto gentileza de I. C. C.


Estaban muy unidos, faltos de madre desde su más tierna infancia, los hermanos habían desarrollado un mecanismo de autodefensa conjunta, contra el hostil mundo que les rodeaba.

A parte de los momentos del colegio en que estaban separados cada uno en su curso, el resto del día lo pasaban juntos jugando en total complicidad.

Cecilia ponía toda su sensibilidad en escoger los personajes y decorados del pequeño teatro de cartón, en que las tardes de mal tiempo otoñal les impedía salir afuera, al jardín que ya no tenía flores desde la ausencia maternal.

Pedro en cambio, mezclaba sus soldados de caballería
americana  con las figuras del pequeño escenario, montando un Rey Lear de lo más moderno.

A medida que iban creciendo, a pesar  de sus evidentes cambio físicos, seguían manteniendo su unidad, propiciada por la poca presencia paterna, haciendo su necesidad de cariño más dependientes el uno de  la otra.

Se llevaban poco más del año y a pesar de la mayor edad de Pedro, Cecilia más decidida, era casi siempre la voz cantante.

Como era una casa amplia, sin padres dictatoriales que impusieran rígidas normas y los abuelos a penas les ponían cortapisas a sus voluntades, la casa era centro de operaciones de más de un encuentro juvenil, que empezó a dar pie a las primeras fiestas bailongas, con farolillos de colores, discos de música pop, cubatas generosos y mareantes cigarrillos rubios.

En esto apareció Ernesto, primo de unos de sus mejores amigos, los hermanos Vila, como ellos pero a la inversa Carlos era el pequeño y Julia la mayor y con padres siempre presentes.

Ernesto venía a estudiar  a la ciudad, en la escuela de teatro. Y se instalaría a vivir durante el curso en casa de la familia.

Al ser un poco mayor que ellos y con la actividad que se proponía ejercer, los sedujo enseguida; encima les declamó con mucha intensidad los monólogos de Hamlet.

Perdidamente enamorados del recién llegado, los hermanos se separaron, por primera vez en su vida, con cierta desazón ante algo irreversible que no podían controlar. Ernesto había escogido a Pedro como pareja.


BARCAS

Foto gentileza de I.C.


Tras la tormenta,
barcas acostadas
sobre húmeda arena,
reciben un sol otoñal.

Tras días ausente
venir a vernos decide.

Las nubes se resisten,
cortinas pudorosas,
dejarle ver un mar
aun embravecido.

Calmaran sus momentos
las horas calurosas.

Lo cotidiano se recupera
tras unos temporales
en donde la lluvia
ha sido única compañía.

Dicen que tras la tormenta
viene la calma,
esa tranquilidad
que regresa
tras el apremio de luchas,
cualquiera que tengamos
contra  todos, contra algo.

Cosa constante en la vida,
asoma el sol un día más.



Barcelona, 14 Octubre 2016.


El descubrimiento

Imagen de Internet


Doce de Octubre
La efemérides.

Cuando llegaron
nadie les esperaba.

Cruzando el océano
tras una estrella
desconocida,
encontraron
un nuevo mundo.

Se asombraron,
no había controles
de inmigración
a la entrada,
pasaron sin más.

Fueron escuchados
sin problema alguno,
incluso aceptaron
sus fatuas ofrendas,
dándoles sus tesoros.

No desconfiaron  para nada
hasta que fue tarde para ellos.

Oídos sus descubrimientos
se produjo un efecto llamada.

¿Cuántos murieron,
atravesando el mar?

Ya sea por aventura,
acuciados por  hambre,
huyendo de la miseria,
perseguidos por ideas.
obligados a la fuerza,
y los más oscuros.
domesticados
como buenos esclavos.

Les impusimos por fuerza
costumbres desconocidas,
creencias diferentes.

Les llevamos enfermedades
para las que no tenían cura.

Ahora nosotros lo celebramos
Y ellos, bien, gracias
Algunos  siguen ahí.




Sarria, 12 Octubre 2016.

CLICK-CLACK



Imagen obtenida en la red


Ahora lamento el haber dejado de usar corbata, ese complemento tan masculino adornando nuestro cuello, al que los psiquiatras le encontrarán un símbolo de ostentación sexual.

En tiempos antiguos, ya soy mayor, era símbolo de buena educación y corrección social, nadie acudía a sus labores, ni salía de encuentro mundano, sin ella puesta,

Sentías el cuello bellamente abrigado, para los tiempos cambiantes como ahora en otoño, en que un suave viento transporta nubes hacía nosotros, quitándonos las caricias del sol.

Sus combinaciones de colores y dibujos, te entretenía un poco ante el espejo, hasta encontrar la que se adecuaba mejor con el tono de la camisa y del traje.

Te sentías satisfecho, cuando ya puesta, merecías la aprobación primero de la madre y más tarde de la pareja, mujeres siempre vigilantes de que luzcas bien.

Las corbatas han ido perdiendo importancia social y ahora son un elemento vintage, que encima usan las modernas.

Aun recuerdo la tranquilidad que daba acariciar una prenda de seda, resistente y hermosa, con la longitud suficiente, para llegar al cinto.
En el colmo de la elegancia, le ponías una pinza, si era de oro pero sin pasarse en la ostentación mejor, dando un toque suave de distinción.

Ahora voy a cuello descubierto, como un jovenzuelo más, sin darme cuenta que perjudica esa garganta tan delicada, castigada por los ronquidos orquestales que suelo regalar en sólos poco aceptados.

Pensaréis que todo esto son tonterías, qué solo es un prenda más en desuso y que cualquier día superaremos los conceptos burgueses de la historia y se volverá a llevar como todo.  Ya saben, la ley del péndulo, que rige la vida.

Pero es que ahora, justo ahora me sería muy necesaria, en un acto de justicia extrema, consolaría mis castigados oídos, tras utilizarla, anudándola en su cuello, con total garantía, para acallar los insoportables click-clack, machacones y continuos que provoca esa muchachuela con sus rotuladores fosforitos, subrayando de manera desaforada e impertinente, los párrafos de su cuestionario, ahora verde, click-clack, ahora rosa, click-clack. ahora amarillo click-clack, ahora violeta click-clack, ahora calabaza click-clack, cada vez un  click-clack penetrante que rompe el silencio sagrado de la biblioteca en la que me siento un santo varón, dedicado a la práctica calmada y silenciosa de juntar letras, para con gratas palabras, formar elegantes frases que conformen los más bellos poemas.

Luego escribiría como los  cambios de color de su cara, pasando del blanco puro hasta el morado reivindicativo, me recordaban esos cambios en la masa forestal que el otoño provoca.


Barcelona, 10 de Octubre del 2016.



HUELLAS



Imagen tomada de internet




A veces, en los paseos por la red, admirando los blogs amigos, te encuentras alguna cosa que te atañe directamente o te hace caer en algo que no le dabas importancia.

Así estaba ayer tranquilamente leyendo “En la suela de mis zapatos “del blog “La reina del país de los hongos” cuya autora es la genial y siempre sorprendente por lo directa en sus exposiciones, La MaLquEridA, como dice Toro, "Un corazón de sol escondido".

Entonces recordé, esa sensación pringosa en la suela de los zapatos por haber pisado un líquido viscoso, pegajoso, oscuro y seguramente maloliente, en el rellano de la escalera, compartido con otro  piso.

Después de dejar unas huellas marcadas en mi camino hasta el ascensor, dentro de este y luego en la portería, restregué concienzudamente las suelas de los zapatos en la tierra libre de excrementos perrunos de un alcorque, lo cual no es fácil, encontrarlos vacíos, no frotar los pies en ellos.

Seguí camino hacía mis ocupaciones programadas para ese día, estoy jubilado y me importa un pito cambiarlas, pero hay que tener una agenda, es lo primero que te dicen para que no te quedes parado sin hacer nada o dando la paliza a gente que tiene muchas cosas que hacer.

El tema fue olvidado y cuando regresé a casa a última hora de la tarde, estaba todo limpio y eso hizo que no volviera a pensar en ello.

Pero las cosas son tozudas y las desagradables más, y un mes más tarde, día por día, el trece para ser más exactos, volví a encontrarme con el desagradable charco.

Esta vez lo vi a tiempo y pude rodearlo sin manchar las suelas, por eso no entendí cuando la encargada  de la limpieza de la escalera, me llamó la atención por dejarle el suelo hecho un desastre, tras salir del ascensor dejando una huellas sanguinolentas.

Lu juré y perjuré que no era cosa mía, que estaba todo el rellano sucio y que logré esquivarlo pero alguien no lo debió conseguir y seguramente había manchado el suelo del ascensor, y esto no lo había visto.

Ella con los ojos muy abiertos, donde destacaba el blanco de sus ojos, sobre el negro semblante de su cara, como en una película de cine mudo, me señaló el suelo del ascensor impoluto.

Me miré las suelas de un ligero color rojo amarronado y salí a la calle, haciendo la misma maniobra que el mes anterior, pero en otro árbol.

Al regresar a casa, tuve la suerte de coincidir con el presidente de la escalera, un personaje pequeño y nervioso, que siempre está acarreando cajas, de su casa al cuarto trastero en que se ha convertido lo que conserjería.

Le comenté el hecho de la sorpresa encontrada en el suelo y sus repercusiones en la limpieza de la escalera y mi asombro un tanto asustado esta segunda vez.

Me mió con sus pequeños ojillos, muy centrados sobre su aguileña nariz, en la que descansaban unas gafas metálicas camino de una caída libre.

Puso cara de desconcierto, diciéndome que yo tendría que saber de qué se trataba, pues era el único vecino del rellano en cuestión, dado que en el otro piso no vivía nadie, no estaba habitado desde hacía más de diez años.

Me quede pensativo y desconcertado o mejor al revés, luego recordé que nunca me había cruzado con nadie, nunca había escuchado ni voces, ni ruidos, ni música, ni nada de nada.

Le comenté que la cosa en cuestión, estaba en la otra puerta, no en la mía y qué igual había reventado una cañería o algo por el estilo. Que era cuestión de actuar con la máxima urgencia.

Subió conmigo para contemplar lo limpio y brillante que lo había dejado la encargada de la limpieza.

Miró por la parte inferior de la puerta por si había quedado algún resto e incluso se pasó a mi lado y levantó el felpudo, como un sabueso profesional visto en la tele. Ya le había dicho que de mi casa no era.

Poniéndose las gafas en su sitio, me contestó que miraría de hablar con el administrador por si tenía llaves del piso en cuestión y se podía hacer una inspección visual con carácter de urgencia, para poder esclarecer que estaba pasando.

Se despidió educadamente pero mirándome con desconfianza, poniéndose las gafas una vez más, me limite a entrar en casa y olvidarme de todo aquello, no quería que me afectara lo más mínimo. Tengo cierta facilidad para abstraerme de lo que no me gusta.

No me lo volví a encontrar, la cosa viscosa no volvió a aparecer y la limpiadora me saludaba con menos entusiasmo.

¡Ah sí! Tiempo más tarde, me enteré, por casualidad y como de pasada, que habían cambiado al presidente. Lo había detenido por abuso de confianza y prácticas delictivas; un asunto de usar un piso vacío para ciertas actividades llamadas contra natura.


Para La MaLquEridA.

Sarria, 6102016.






Cantos silenciados



Foto del autor



Tengo imágenes retenidas
de cuando los tiempos
eran compartidos.

Una triste imagen
me enternece el alma.

Son cosas que pasan
cuando los cantos cesan.

¡No podemos hacer nada!
Eso dicen.

Para evitarlo.

Quizás sea verdad,
pero esos cantos
siguen sonando
en mi interior.



Sarria,  05 Octubre 2016