CRIMEN BAJO LA MURALLA


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https://www.youtube.com/watch?v=9p9kLRA9AnQ&feature=youtu.be

Excelente vídeo de Albada Dos, con agradecimiento.

  






La inspectora Paula, se presentó inmediatamente al requerimiento del comisario, se trataba de un asunto de suma importancia.

Un crimen siempre lo es, pero en plena campaña turística, en un pueblo  volcado totalmente en sus fiestas, que representaban  la supervivencia económica, para muchos de sus habitantes, de todo un año. Era un asunto feo, muy feo y descorazonador.

Cabía la posibilidad de que el hallazgo espantara a los turistas de prestigio, eso que se ha dado en llamar turismo de calidad, haciendo venir en contrapartida, a esos buitres fisgones, amigos de los temas  morbosos.

Había que evitar a toda costa, las televisiones y emisoras de radio, fisgoneando y preguntando por el pueblo.

El comisario Gonzalvez, no le pudo informar de mucho, le pedía que fuera lo antes posible, porque parecía macabro y reciente.

Confiaba plenamente en su subordinada y en su eficaz criterio, para seguir una investigación, con total discreción.

Sin tardanza, Paula se presentó a  coger un coche del parque móvil.  Ya tenía la reserva del hotel hecha por el propio ayuntamiento local, a pesar de estar todo lleno. Como es lógico, para un asunto importante, siempre se podía conseguir una habitación en alguno de los hoteles, aunque fuera la del director.

Así es como rauda y presta, cumpliendo con la llamada de su superior, nuestra heroína se apropió de un Citroên Xsara, con el que se adentró por carreteras desconocidas en busca de un mundo medieval, para capturar a un terrorífico dragón.

Pues de eso se trataba. Tenía que ir hasta la honorable villa donde el paso del tiempo, había respetado sus antiguas murallas y construcciones de la época medieval.

En plenas fiestas de Sant Jordi, se aprovechaba dicha circunstancia para crear un programa de festejos, recreando las costumbres y la ambientación de ese momento histórico. En su celebración, todo el pueblo se implicaba, en mayor o menor medida, con el Consistorio al frente, dando impulso al renacer cultural y económico de la villa.

En la “Setmana Medieval”, un concejal  de innoble pasado e incierto futuro, (por una imputación tras un feo asunto de pago de favores), había desaparecido, al tiempo que se empezaron a encontrar restos humanos allá donde no debiera hallarse más que animales irracionales cocinados.

Cuando se presentó en la comisaria de zona, los agentes allí reunidos, le hicieron la típica broma de que esperaban a un sabueso y no a una linda princesa.

Ante su adusta mirada, dejaron los comentarios y la pusieron rápidamente en  antecedente sobre lo ocurrido. La inspectora Paula, a pesar de su atractivo aspecto, esa juventud contagiosa, y una decisión enorme, no dejaba de ser hija de un sargento de la Guardia Civil, lo cual da carácter, mucho carácter, para ser exactos.

En resumidas cuentas, se trataba de averiguar si los restos encontrados, correspondían a un ser humano, como así lo sospechaba el forense, a la espera de los análisis decisivos. Y lo que es tanto o más importante, si éstos eran del concejal de cultura, echado en falta, desde su ausencia a la inauguración de los actos festivos. Lo habían achacado a una fiesta pasada de sustancias, pero en esos momentos, entraba en escena el supuesto de que su desaparición fuera definitiva.

La inspectora se preguntó qué hacía allí, si aparentemente todo estaba claro y la investigación la podían realizar los componentes de la comisaría. Aunque no esperó ninguna respuesta, resultaba evidente que ninguno de sus nuevos compañeros había hecho una investigación de este calibre, y se palpaba en el aire que no sabían por dónde empezar.

                                                          II
 Son una pandilla de impresentables, el consistorio en pleno. Odio al concejal de cultura, un ser repugnante, que sólo se mueve por un buen botín.

Imputado por un caso de trato de favores. Cuando era concejal de urbanismo, a base de hacer llegar la información adecuada a los mafiosos de turno, (constructores sin escrúpulos en su mayoría), había medrado a una velocidad imposible de justificar. Se rumorea que había llegado a permitir que derribaran algunos tramos de las murallas, para obtener piedra de sillería barata.

Encima, para colmo, el tipo era del partido de los verdes, llenándose la boca de frases rimbombantes, que iba soltando ante los okupas, hogares de ancianos, y demás gente de convicciones frágiles, en busca de una verdad. Ese cinismo ha sido la guinda del pastel.

El será el primero de mi lista de limpieza, pienso dejar el municipio, limpio e impoluto de gente degenerada.

Al imbécil le he tenido retenido en una antigua masía deshabitada,  propiedad de la familia, pero que sólo usaba yo para los ensayos con la batería, desde jovencito. Creo que nadie más tiene la llave de la cancela ni de la puerta. Como forré las paredes del sótano con cajas de huevos, para insonorizarla, me ha venido ahora de perlas, así cuando le corté la lengua para hacer el estofado, nadie pudo oír sus desagradables berridos.

Pensé que lo mejor que se podía hacer con un cerdo era disfrutar comiéndolo. Total, por su culpa mi carrera gastronómica como gran chef, estaba arruinada de por vida.
Así que he pensado que qué mejor que practicar con su cuerpo malnacido, ofreciéndolo en pequeñas muestras, por los diversos puestos de comida, que durante la feria se montan para ofrecer pitanza a los forasteros.

De momento, ya he puesto las orejas en un gran caldero de lentejas estofadas, en casa del tío Paco, donde se venden raciones en unos cuencos de madera, a un euro la ración.
La lengua, tras lavarla y cocerla a fuego lento durante un par de horas la puse como condimento dentro de unas empanadas, mostradas en plena calle, y consumidas con gran fruición y deleite por los turistas.

Lo más complicado, al menos para mí, ha sido la obtención y aprovechamiento de las criadillas. Acabé poniéndolas en un hatillo de hierbas aromáticas, que introduje en un cordero hecho a la brasa, entero y ensartado en una vara, donde se le iba dando vueltas, para asarlo.

Los dedos de los pies, obviamente estaban instalados en unos ricos pies de cerdo con sanfaina, ofrecidos por el Mesón de las Cuevas.

Para el fin de semana, que es cuando la cosa se anima de verdad, espero tenerlo todo listo para ofrecer al susodicho en toda su  salsa.
                                                
                                                           III
La inspectora que ha llegado de Barcelona, se enfrenta a Montalbez con una mirada fría, mientras preguntaba si habían requisado toda la comida que se ofrecía en la zona de la feria.

El comisario entendió que algo había hecho mal cuando había ordenado que recogiesen muestras de todo lo cocinado en casa Paco, pero no había hecho nada respecto al resto de locales, bares, restaurantes y tabernas que tenían permiso para  ofrecer comida en el trascurso de la semana.

-Acabo de ordenar que amplíen a todos los bares la orden de cerrar preventivamente- dijo azorado.

Como no lo había hecho, se escurrió hasta el agente de la oficina y estuvo hablando a su oído, mientras éste escribía una orden de cesación de actividad que refrendase el Juez, a quien llamaba el comisario, a los pocos minutos, desde su propio teléfono móvil, y tapando con su mano el aparato.

Paula hizo cálculos en un santiamén. Si las primeras impresiones del forense eran del jueves, y a ella la habían hecho correr hacia la villa a las doce del viernes, podía haber restos de un ser humano por cualquier cacerola, puchero o brasas que se alzaban por toda la zona amurallada.

De hecho podía ser la manera más sencilla de hacer desaparecer un cadáver, a la vista de todo el mundo. Tenía en mente una famosa película en la algo parecido sucede para disfrute de todos, menos de la víctima, claro.

Inmediatamente todas las fuerzas del orden, se fueron a visitar los puestos con licencia para ofrecer comida durante estos días por las calles.

También había que averiguar, entre las construcciones cerca de la población, las susceptibles de poder servir de escondite para un secuestro. Y había que preguntar en el Ayuntamiento, quién podría tener algo contra el concejal de Cultura, alguien muy enfadado por alguna negativa importante y reciente.

Las pesquisas y el requisado dieron sus frutos. En muy poco tiempo, los puestos callejeros no tenían en principio ninguna comida contaminada.

De la revisión de asuntos dolosos, un expediente de crear un puesto de sorteo de jamones, había sido desestimado, por ser material en mal estado, llamaba la atención. La solicitud estaba hecha por el antiguo propietario de un restaurante que tuvo que cerrar.

La familia del restaurador era propietaria de una granja de pollos a las afueras, en la que también había un viejo caserón en desuso, pero de gruesas paredes. El chef  perdió su estrella, y con ello toda su clientela, cuando se conoció, previa denuncia, del susodicho concejal a Sanidad, y no atender sus requerimientos de pago de una módica cantidad, de unas prácticas culinarias de alto riesgo.

 El dispositivo de vigilancia en el caserón dio sus frutos  y pudieron detener al ex chef estrellado. Este alegó a su favor, que había hecho una operación de limpieza, en beneficio de la comunidad, que algún día le agradecerían.

En el congelador encontraron el cuerpo del concejal, con carencias de apéndices, y en tal estado de desvarío que optaron por dejarlo un rato más.

Pero pudieron enterrarlo, bastante apañadito, en el cementerio de una villa donde los dragones no se comen princesas, sino que con su sangre riegan la tierra donde las rosas se engalanan para que las mujeres esperen con ellas, un beso de primavera.









  

CENA DE COMPAÑEROS




A lo largo del tiempo que he estado trabajando en esta última empresa, he ido acudiendo a cenas con los compañeros de trabajo.

No muchas la verdad, ni con todos, también es cierto, las bajas siempre superaban a los asistentes, pero siempre han sido agradables.

Pero está ha sido muy especial y es a la que han acudido más compañero , incluidos algún ex, que no se han querido perder la cena de despedida de un servidor.

Aguante el tipo en todo momento, a pesar de sentirme muy halagado y honrado, por vuestra presencia y poder compartir la última cena.

A partir de ahora, acudiré como ex, porque no me las pienso perder, que lo sepáis, aun me queda mucha cuerda para poder estar con vosotros.

Las complicidades que se crean en una empresa, diferentes según cargo y actividad, hacen del compañerismo, una cosa especial.

Estamos más horas juntos que con las familias, con lo que las peleas tienen más entidad, no perdonamos una, hasta la hora de salir.

Al día siguiente se vuelve a empezar, con las penas al río, y vuelta al trabajo que hay mucho que hacer y tenemos poco tiempo,

A los que estuvisteis presentes,Raquel, Mª José,  Mario, Oriol, Olga, Lluis, Elias, Jenny, Albert, Vicky, Joan, María, Jesús, Carolina, Mariano, Carles, José, Xavi, Sara, Jorge.

¡Un fuerte abrazo con todo el cariño del mundo!

A los que no, acepto las excusas y no los cito para no hacerles quedar mal, pero un sincero abrazo, también para ellos.

¡Gracias a todos!




DIADA DE SANT JORDI




DIADA DE SANT JORDI

Te levantas como en un día normal, bajas corriendo a buscar el diario, imprescindible para afrontar el duro día a día.

Las tiendas empiezan a ponerse en marcha un poco antes, algunas están poniendo en la calle, pequeñas muestras de sus productos, acompañadas con rosas y algún libro.

Los kioscos también sacan a relucir todo su arsenal de libros, mesas plegables que apenas soportan el peso de los mismos.

Las esquinas y plazas se llenan de pequeñas paradas de flores, en realidad, sólo un tipo de flor con variantes de colores o bien artificiales,

Muchos puestos de estudiantes, promocionando los típicos viajes de fin de curso, gitanas promocionando la alimentación de sus churumbeles, organizaciones de todo tipo, sin ánimo de lucro por supuesto, proponiendo ayudas para las causas más peregrinas, no el halcón no estaba contemplado en ninguna.

Es un festival, ver cómo se van engalanando las calles, con banderolas, senyeras, estandartes varios y reclamos publicitarios incluidos.

La vida aparece antes, porque hay mucho que preparar y ofrecer, los colores y aromas empiezan  invadir el grisáceo rostro de la obligatoriedad de asistir al trabajo

La vida estalla, estamos en primavera, el cielo despejado, permite el lucimiento del sol que calienta nuestros ánimos y corazones.

El día avanza, las calles se llenan, todo el mundo pasea, casi todos se entretienen mirando los libros, todos regatean el valor de las rosas, si aumentan la cantidad hay que bajar el precio.

Cuando el sol está en su punto álgido, las calles ya están a reventar, el caminar por las vías más céntricas y conocidas es un puro dejarse llevar, intentando anclarte en una carpa, para tomar un respiro.

Creo que es uno de los días,  o quizás el día más hermoso para la ciudadanía.


Como tal, les deseo lo mejor en este fantástico día.


DESPAREJADOS








DESPAREJADOS

Nos conocimos un sábado, cómo no, de esos interminables en que toda la casa se pone patas arriba.

Solíamos ir cada cual con su pareja habitual, aunque fuera algo sosaina, pues  dentro del habitáculo festivalero, el desmadre era total y cada cual se juntaba con quien quería o podía.

Allí dentro pasaba de todo, los ritmos variaban, ora frenéticos y descabezados ora más lentos y anegados, solían remojarnos hasta la saciedad, con lo cual algo  cargaditos quedábamos, eso sí, perfumaditos también.

En el frenético baile sincopado, lo normal era perder la pareja de turno y no verla hasta el final de la sesión, lo cual no siempre se daba, pues algunas aprovechaban para ir a por tabaco, pues desaparecían sin más.

Ahora cuando conocías a alguien que le iba la marcha del mismo modo que a tí, la diversión estaba asegurada y no querías dejar de dar vueltas, cuanto más frenéticas mejor, hasta acabar metido dentro de sus pliegues más íntimos.

Salimos tan juntos, tan unidos, tan compenetrados, que estaba convencido que esta vez había encontrado la pareja de mi vida.

No nos parecíamos en nada, nuestros colores divergían totalmente, pero a la luz del sol se complementaban igual de bien.

Era cuestión clara, de que nuestras almas estaban hechas, una para complementar a la otra.

Una vez fuera, amontonados, mojados y retorcidos, nuestros compañeros festivaleros, nos miraban sonriendo por lo bajini, seguro que pensando, tenemos pareja nueva, veremos cuanto duran.

Normalmente una manos cariñosas, nos colocaban al borde del abismo, en una última pirueta festivalera, que no todos aceptábamos por igual, pues más de uno había caído al vacío y nunca más se supo de él.

Estábamos tan requete unidos, que nos consideraron una unidad, y así fuimos expuestos al mundo de la luz, sol y aire.

A medida que mi color iba clareando y mis rombos luciendo seductores, también mi apego disminuía, quedando en una situación cada vez más precaria.

Tenía algo de miedo, hay que decirlo, la mano de nuestro destino, no siempre viene en el mejor momento, a veces éste ya ha pasado.

Por si acaso le dije a mi compañía de jolgorio que lo mío sería eterno mientras durase.




JUBILADO




JUBILACIÓN


Al fin llego el día, los compañeros a medida que van llegando, me van saludando con las bromas pertinentes, casi van cantando la cuenta atrás, para el momento final.

Los sentimientos personales son encontrados, por un lado, a nadie le gusta hacerse mayor y verse limitado para la realización de ciertas actividades, aunque de momento no sea el caso.

Pero por otro, el hecho de verte por delante, con toda una cantidad de tiempo para uso personal, que hasta ahora no era posible, es muy tentador.

A estas alturas, piensas que mientras tengas salud, más vale aprovecharla para poder hacer todas  aquellas pequeñas vocaciones, que han sido dejadas en la cuneta, por una manera pragmática de entender la vida.


Así que ahora estoy, en seguir en eso, que se le ha dado en llamar realización personal.

Una vuelta por Sarria










Sarria

Con la llegada de la primavera, el resurgir del buen tiempo, el movimiento de las golondrinas, el despertar de las flores, se instala entre nosotros.

Esto nos da pie a una cierta sensación de satisfacción personal, por poder disfrutar de unos días más largos, que nos permiten hacer más cosas.

Una de ella puede ser un paseo por esta antigua villa de Sarria, anexionada a la gran Barcelona, pero que en su cogollo, mantiene su personalidad de pueblo tranquilo.




Las flores se manifiestan en múltiples rincones de las calles, teniendo para mi más valor, la de los mismos vecinos, con unas ventanas que son un gozo contemplar.


Hay unas que me son muy queridas, último regalo postrero, plantadas cuando nada hacía presagiar un no futuro, y que ahora al surgir hacen estallar en mí, los sentimientos escondidos.




Un paseo dominical te permite ver y conservar, imágenes sin apresuramientos vecinales, sólo algunos escasos transeúntes que se paran para dejarte hacer una foto.

A medida que el sol va arreciando, me protejo de sus efectos, tras las estrechas calles con sombra, contemplando antiguas casas que han sido restauradas o están camino de ello.




Hay unos pasajes, casi pasan desapercibidos para los no naturales del lugar, en los que se tiene la sensación de estar en una película italiana, bueno es una sensación muy personal.




Hay casas muy nobles y otras muy sencillas, pero que agradeces que hayan sido respetadas por la especulación inmobiliaria, pues hace el recorrido sumamente grato.








PERFUME MUY PERSONAL VI







OPIUM (Parte VI)




Salieron del Gran Teatro, tan pronto acabó la función, mientras aún sonaban los aplausos de un público fiel, obsequiando a sus artistas con el calor de sus manos.

Cogidos del brazo, apenas recordando que era una situación impuesta por un trato comercial, Marta estaba entusiasmada con su acompañante.

Cruzaron La Rambla, y se adentraron por la calle Ferrán, cuando Ceferino le indicó su deseo de salir a dar un paseo por el Gótic, así que no se lo pensó dos veces, para aceptar.

Parecía un tipo con muchas cosas que contar y que no había tenido un exceso de compañía para poder hacerlo en los últimos años.

Se sorprendió de cómo habían cambiado los establecimientos que fueron referencia en su juventud, observando ahora todos como negocios de franquicias, con lo que daba igual estar en el centro de Barcelona, que en cualquier otra ciudad. No quedaba esencia de barrio que reconocer a través de ellos. Sólo contadas excepciones.




Pero las calles, siempre encharcadas en el centro, con el aroma de la vieja ciudad, esa humedad del mar, y aquellos pasos perdidos de los ciudadanos, permanecían en esencia iguales. Inalterables, atemporales, con personalidad de zona especial.

Acostumbrada a sonsacar información, tener al vejete a su disposición, con ganas de largar, le parecía fantástico, porque, además, lo que le contaba, entusiasmado por tener una bella oyente, era sumamente interesante.

Acabaron por bajar hasta la Plaça Reial, con las terrazas ocupadas por turistas, disfrutando de su estancia, ingiriendo enormes jarras de cerveza.

Siguieron su camino,  pasando por delante del Jamboree Jazz Cava, mítico local donde actuaba el añorado Tete Montoliu, lugar donde el abuelete aprovechó para indicarle a su partenaire, lo que representó aquel local en la Barcelona de los sesenta.

Nunca se hubiera imaginado  el hecho disfrutar por ir  con un hombre bastante mayor que ella, aunque hay que reconocer que con la presentación actual mejoraba mucho, quedando sorprendida de lo satisfactorio de ese paseo.

Siempre se había inclinado por parejas de su edad o más jóvenes que ella, y de aspecto atlético, mente brillante y ambición desmesurada, que les hacía perfectos pues se iban sin molestar demasiado. Este paseo rompía sus esquemas.

Abandonaron la Plaza Real y dirigieron sus pasos, por calles oscuras donde sus palabras resonaban en  la noche, hacia la calle Avinyó, donde Picasso pintó, unas señoritas de compañía.

En nada, casi sin darse cuenta, se encontraron en la Plaça de Sant Jaume, donde está todo el poder de la ciudad, el Palau de La Generalitat y el Excmo. Ajuntament, con su guardia impertérrita a las puertas, guardando a las máximas autoridades. Vigilando tal vez los ritmos de los ciudadanos.

Aprovecharon para chotearse de unos y de otros, pues el derrumbe de la honorabilidad de los políticos, era una extensa base para los caricatos.

Sus pasos eran decididos sin ser sonoros, y les llevaban con una cierta rapidez compartida con el ritmo de la charla, que era muy fluida, hacia la Vía Layetana por Llibretería, no sin antes desviarse un poco para contemplar la Plaça del Rei.

La noche por Barcelona dejaba a la luna colgando de una farola, vestida de paseo por no olvidar.


                                           Imagenes tomadas de internet

EL PATINETE

                                 Foto obtenida de internet 
( Se cree, aunque no está confirmado oficialmente, que fue utilizado por John  "el pecas" y Roberto " el dumbo", en su huida tras el asalto a la granja de la Loli, con un botín, de un gran saco de chuches).




EL PATINETE

Ver esta imagen de un artilugio de fabricación casera, para el traslado rápido de una criatura, me hace pensar evidentemente en la infancia, la mía personal y la de mi generación.

Podría poner una retahíla de cosas, objetos y situaciones. Como los que corren por las redes sociales, para jugando con la nostalgia soltar un ¿Te acuerdas cuando?...

Pero ya tenemos una edad y, no estamos para recuperar imágenes, que el paso del tiempo con su barniz edulcorante ha ido mejorando.

Es ahora, cuando me estaba replanteando la idoneidad de mi continuación en esto de mostrar palabra tras palabra, mi visión del mundo que me rodea y la plasmación de mi imaginación, que es cuando surge el reto ante un regalo inocente y beatífico, de mostrar mi rastro más humano y dar pie a mostrarme algo mejor.

En la infancia todos somos bastante iguales, se forma la pandilla y a trotar por la calle el parque, o el territorio que se nos asignara, con pequeñas incursiones hacia lo desconocido con la participación de los más audaces.

El que ponía la pelota, escogía equipo y era capitán, eso fijo. Los demás a esperar ser elegidos y poder participar en el partido, las niñas a sus cosas.

Ver una horda polvorienta, persiguiendo todos a una para hacerse con la pelota, sin tácticas de equipo alguna, con los porteros desgañitándose ante su soledad manifiesta, tenía que ser bien curioso.

Dada mi rapidez en pasar de un campo a otro, en escapadas no siempre recompensadas, a parte del consabido puntapié en el tobillo, de tanto en tanto descansaba charlando con el portero,  si estaba en situación libre de angustias defensivas.

En ocasiones en que no se disponía de pelota, o demasiado tiempo, o faltaba gente, unas canicas ayudaban a hacer la tarde más llevadera, con las discusiones de rigor en cuanto a la validez de la jugada.

Estábamos en ocasiones bajo la supervisión de algunas hermanas mayores, sentadas en escaleras o pretiles de piedra, cogiendo práctica estirándose la falda, en imitación de las madres que no querían enseñar las rodillas o algo más íntimo.

De todas formas poder decir que las de Pepi eran blancas y las de Mamen rosas, era todo un triunfo.

Otra cosa que gozaba de gran predicamento eran las excursiones en bicis y patinetes, de lo cual  sólo los más afortunados solían disponer.

El resto, solía fabricarse  con ayuda de hermanos o parientes mayores, en la ignorancia de madres amantisimas, aquellos artilugios que gozaban de una rapidez  inusual, con los cojinetes bien engrasados obtenidos del taller, en el que se reparaba cualquier cosa con ruedas.

Utilizados  en descensos y pistas no señalizadas, esos patinetes eran el pavor en las calles descendentes, en que no siempre las abuelas eran lo suficientemente veloces como para apartarse a tiempo.

Motivo de confiscación de un bien tan preciado con colleja segura por parte de la tendera que recogía a la víctima y le devolvía su cesto más o menos recompuesto.

De paso se vengaban, por la sustracción en el colmado, granja o mercería de turno, de los ganchitos que formaban esas cortinillas metálicas anti moscas, de los establecimientos en las época estival, utilizados como artillería con gomas de los yogures.

En las esperas en los establecimientos, disimuladamente, íbamos cercenado la longitud de las tiras, mientras estábamos embriagados por la mezcla de olores que desprendía la fruta, pues la fruta venía con su perfume puesto, ya fueran melocotones, nísperos, higos, cerezas o lo que tocase en cada momento, pues también tenían su época del año.

No conseguí tener ninguno propio de estos artilugios, pero sí que los utilicé y me permitió que a la larga, me regalaran uno de verdad, pero que corría mucho menos, las autoridades regias de mi época así lo imponían.

Pero pasear con aquel patinete, todo metálico con sus ruedas grandes de goma, con su manillar bien cogido y dándole que te pego con la pierna buena para avanzar raudo, no tenía precio.

Me permitía seguir a las bicis atajando por las aceras, esquivar a las señoras con los cestos de compra,  deslizarme por bajadas que no siempre eran las más adecuadas.

Me pelé lo suficiente las rodillas, como para que no me riñeran demasiado, pues lo primero era atenderme.

Lo malo del asunto, era cuando la enfermera de turno era la madre de alguno de la pandilla, el amigo en cuestión se llevaba la reprimenda por osado, a mí me curaban, pero no me libraba del consabido pellizco en las mejillas, y el ¡Que mono! Y ¡A ver si nos portamos bien! De rigor.

Pasando inmediatamente a pasarnos la lección, con terror manifiesto y pasmo, acompañado de miradas asesinas con el compadre víctima de aquella madre.

De todos aquellos acontecimientos, no queda testamento gráfico, no se solían hacer muchas fotos, sólo esporádicamente un padre aficionado sacaba alguna con los modelos totalmente encuadrados y en un posado solemne.

Las señoras de un vivir más alegre, se tapaban como podían, pañuelos y mantones, unas delanteras que no podían pasar a la posteridad, para críticas de parientes de cualquier calaña.

La infancia se acaba un buen día, en que descubres que todo son obligaciones.

Y que la vida tiene otras distracciones, algunas de ellas compartidas de otra manera.