Una historia vulgar



                                               Imagen obtenida de internet






Casimiro Fernández era un hombre de palabra, cuando le dijo a su mujer que iba a por tabaco, se fue directo al primer estanco y compro unas cajetillas, a pesar de que no fumaba, nunca había fumado, a partir del primer cigarrillo compartido que le ofrecieron probar en los lavabos del colegio a la hora del patio y que represento acabar en la enfermería, mareado como una sopa y ser expulsado después durante un periodo de tres días, por comportamiento indigno de la educación promulgada por el centro.

Así que no pilló a su mujer por sorpresa el que no acudiera a la hora de comer ni a la de cenar y así sucesivamente durante un montón de años, hasta que los dejó de contar y de explicarles una historia diferente cada vez que alguno de sus cinco hijos preguntaba por él.

Casimiro se enrolo en un buque mercante con destino a Cuba, donde sabía que tenía familia por parte de la abuela materna.

Cuando tras una larga travesía en la que aprendió la diferencia entre babor y estribor y también entre proa y popa, y donde perdió el poco dinero que le había sisado a su mujer, llego a la Habana, cuando aquello era un caos de gente que quería salir a toda costa de la isla, donde unos barbudos se habían hecho con el poder tras derrocar a un dictador bananero, bueno mejor decir tabaquero.

También era mala suerte, cuando se decidía hacer las Américas para forrarse, se encontraba sin familia, sin dinero, y sin pasaje ni permiso para poder tener la posibilidad de salir de la perla caribeña.

Fue así como acabó prestando sus servicios, dada su formación de taxidermista, en el servicio funerario de la ciudad y colaborando en la morgue del hospital central.

En todo proceso revolucionario, los servicios funerarios tienen un exceso de servicios, y si no se hacen preguntas tienes  un trabajo asegurado.

A veces le pedían un tratamiento especial, para algún cuerpo, en el que las señales  de digamos un exceso de celo en el interrogatorio y posterior muerte, tras un intento de fuga, habían dejado un cuerpo en un estado lamentable para ser entregado  para su exhumación.

Así fue como Casimiro, fue tirando y viendo pasar los años, acompañado por una mulata que se encaprichó de él, tras acostumbrarse a quitarle la paga y administrarla a su gusto, para conseguir pagar una mordida que le permitiera abandonar la isla y dedicarse a bailar la salsa en plan profesional.

Todos los hombres que había conocido, le decían que bailaba fenomenal y ese podía ser su futuro, lo que pasa es después de pasar la noche con ella no volvían para decirle cómo.

Pero con Casimiro fue distinto, él sí se quedó, no tenía donde ir y era amable y muy educado, lo pedía todo por favor y le traía flores al día siguiente.

Con el tiempo, las cosas se normalizaron, ella consiguió salir con un cuerpo de baile en una gira hacia Europa, diciéndole que ya le escribiría, cosa que aún espera y el trabajo se convirtió en una rutina apacible donde ya no había encargos especiales.

Se hizo cargo del hijo de Celia, la mulata que poco a poco se iba desdibujando en su memoria, hasta que este consiguió diplomarse en mecánica naval aplicada, y convertirse en un hombre de provecho para la sociedad.

Cuando se dio cuenta que su vida en la isla no tenía ninguna razón de ser y que podía obtener un visado de salida sin problemas, optó por irse, en silencio y sin decir nada.

Cuando llegó a su casa, Elvira su mujer, le dijo por qué había tardado tanto, sus hijos ya no vivían con ella, y estaba muy tranquila sola.

Casimiro se encogió de hombros y murmuró algo de qué tenía que ver mundo antes de que fuera tarde.


Cuando a los pocos días, murió por unas hemorragias estomacales, ninguno de sus cinco hijos asistió al sepelio, pero si tuvo un ramo de flores de su querida Elvira y familia.

4 comentarios:

  1. la vida, como los tangos, de ida y vuelta. Yo le encargaría, como taxidermista, que dejara hermoso al loro que trajo, porque se murió de añoranza por Cuba, y no quiero enterrarlo, ya que me recuerda a Casimiro, a quien conocí en la Habana.

    Un abrazo. Muy buen texto. Me encantó. Al loro no sé, porque sólo decía Casimirooo. hacia donde vas tan serioooo, croooo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mezcla salsera y bolero, tintado de estricnina. De fondo el Malecón.
      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Fino sentido del humor. Divertida historia y bien escrita, de un pencas, que quiso probar fortuna y ésta, no estaba de su lado.
    Dicen que todos los sinvergüenzas, triunfan en la vida. ¡Éste no era su caso!

    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No me atrevo a juzgar el comportamiento de nadie, pero tiene su qué.
      Un saludo.

      Eliminar