Un libro con personalidad




Cuando entré en la librería, el silencio sepulcral me indicó la poca afluencia de gente, no se veía un alma, y una persona reclinada en un mostrador leyendo un periódico, contestó a la tercera vez que fue interpelada, con un breve buenos días de respuesta. Indicándome con un vago gesto que podía entrar a chafardear lo que quisiese.
Me dediqué, adentrándome por sus pasillos, a mirar las estanterías repletas, que con un polvo blanquecino, delataban el tiempo que no se había mirado ningún libro, aunque la verdad es que en un primer vistazo, no vi nada que me interesara lo suficiente cómo para hacer el gesto de cogerlo para ojearlo.
Mientras seguía con mis pesquisas en busca de algo realmente interesante, un descubrimiento de esos que justifican la búsqueda, encontré un ejemplar en el suelo, en medio del pasillo, evidentemente lo cogí y busqué si había algún hueco donde faltará su presencia.
Era de Edgar Allan Poe, y no me interesaba lo más mínimo, los relatos fantasiosos y enigmáticos de sus obras no me atraían en absoluto, a pesar de aceptar que tenía que ser un reputado escrito admirado por legiones de lectores de todos los confines humanos.
Al no encontrar el hueco adecuado para retornarlo a una estantería lo deje encima de una alacena, donde quedo con su portada y su título muy a la vista, se trataba de "El demonio de la perversión"
Ya con el titulo tenía bastante, no podía interesarme en absoluto, así que lo dejé y seguí con mi búsqueda del ejemplar único y sorprendente que quería encontrar, para leer en la tranquilidad de mi casa.
Últimamente me costaba dormir y antes de entrar en la dependencia de productos sedantes para ayudarme a dormir, el leer me producía una sensación de paz y bienestar, que me sosegaba y permitía el trance hacia el sueño más  fácilmente.
Estaba algo nervioso pues mi bienestar social, gozo de una situación privilegiada, gracias a lo que me dejo un tío soltero, hermano pequeño de mi madre, que se fue a hacer las américas, y no se volvió a saber nunca más de él.
Siempre se comentó  que estaba metido en contrabando, pero que al final la salía más rentable hundir el barco y cobrar del seguro, que arriesgarse a descargar la mercancía.
Así haciendo navegar autenticas ruinas marítimas se consolidó un futuro muy prometedor,  hasta  que se dijo que había desaparecido en una de estos accidentes.
Lo  cierto es, que no tuve noticia de su existencia,  hasta que siendo muy mayor dio conmigo y me ofreció acogerme en su casa. Había tenido una vida muy azarosa y quería reconciliarse con la familia, pensaba dedicar su fortuna en crear una fundación en su palacete modernista en la parte alta de la ciudad.
La lástima para él, fue saber que sólo le quedaba un único pariente cercano que era yo, nunca se había casado, según me dijo, no tenía tiempo para ello y cuando se lo podía plantear, se encontró demasiado mayor para poder soportar una relación matrimonial, se había eso sí, apañado con una buena colección de amantes, que le habían facilitado el no sentirse sólo, y pasar un rato divertido.
Ni qué decir tiene que rápidamente me apunté a su idea y me trasladé con mi maleta, abandonando el piso en el barrio marginal donde vivía, después de perder mi plaza de maestro en una escuela de mala muerte.
Me quedé sorprendido de que yo pudiera un día vivir en un sitio de aquellas características, pues no dejaba de ser un museo privado, pues aparte del edificio, evidentemente catalogado, este estaba lleno de obras de arte, de un valor incalculable.
Mi tío sólo llevaba unos meses instalado, y la casa todavía desprendía el tufillo propia de la humedad en las casas cerradas durante mucho tiempo, él siempre había vivido en Suiza, desde donde controlaba sus inversiones.
En la casa, aparte de él, estaba una ama de llaves, lo suficientemente mayor para no despertar  la libido de mi tío  y una doncella, convenientemente aleccionada por su superiora para que no se quedase a solas con el amo, que se ocupaban de todo, y en una casa externa ubicada al lado de la entrada principal estaba el portero jardinero y hombre para todo, que se había ocupado de mantener la propiedad en cierto estado, que no demostrara abandono.
El chófer venía puntualmente a las nueve de la mañana y dejaba el coche, en impecable estado, en el jardín, delante de la puerta principal, a disposición de atender las órdenes que le dieran.
Con el paso de los días, pensar en la pérdida para mi persona, de todo aquello y quedarme con una misera asignación, se me fue haciendo insoportable, con lo que, digamos aceleré el curso de los acontecimientos en cuanto a los achaques de mi tío, antes de que llevase adelante sus planes y cómo pariente más cercano y único, me quede con todo.
Y aquí estaba ahora buscando un libro, en el qué entretener mis horas, antes de dormir. Cuando al pasar otra vez vi el libro otra vez en suelo, pensé que alguien le tenía manía y mostraba su disconformidad lanzándolo al suelo, una y otra vez.
Al final lo cogí y se lo dí al tipo del mostrador, el cual me dijo, que daba igual, siempre estaba por el suelo, daba lo mimo donde lo pusiera ni cuando, al día siguiente al abrir se lo encontraba en el suelo.
Me puse a reír y le dije que eso era imposible, vale pues lléveselo, ya me lo traerá cuando se canse de recogerlo, y me lo puso en una bolsa de papel reciclable, alargándomelo de forma imperativa.
Acepte el desafió, lo cogí y me lo lleve a casa, lo deje en la mesilla de noche, cuando subí a la habitación después de cenar, estaba en el suelo, lo puse otra vez  y me fui al baño , cuando regresé estaba en el suelo.
Me fui a la habitación de Lola, la doncella para todo que realmente era doncella, antes de conocerme claro, y hacía de todo, tenía que agradecerle el pastel de almendras con nata que hizo para el viejo goloso, con su ración de cianuro correspondiente, que le sentó tan mal al pobre que lo llevó a la tumba.
Ella no estaba al corriente de nada, era muy buena y acepto mis polvos como levadura química sin rechistar, era muy cariñosa y me complacía en todo, eso no era óbice para que no tuviera que pensar en un plan para que atará cabos y tuviera que prescindir de sus servicios.
cuando regresé a mi suntuosa habitación tipo suite, el libro yacía en el suelo, realmente era pesadito  en lo suyo, al final lo cogí, y empecé a leerlo, eso me perdió, su argumento me inquieto, ese libro sabía mis acciones, era una señal, su forma de presentarse ante mi, llegué a pensar que el espíritu de mi tío tenía algo que ver con el.
Cogí el magnifico ejemplar y lo puse encima de mi escritorio, con una bola pisapapeles de esas que muestran un pueblecito, en el que nieva cuando la agitas, era de cristal autentico y pesaba un montón.
Cuando me levante al amanecer para ir al baño, lo pise al salir de la cama, un sudor frío recorrió mi espalda, ahora no sabía que hacer, bueno si lo cogí y lo llevé a la chimenea de la sala principal, encendí el fuego y cuando estaba en su apogeo deposité el libro y vi como se arqueaban sus hojas protestando por el calor , que las estaba desfigurando.
Me tome una copa de calvados, y regresé a mi habitación, no sin escuchar si alguien de la casa estaba observando, al no ser así, me fui tranquilamente para arriba, intentando no pensar más en el maldito libro.
Dormí hasta más tarde de lo habitual, el sol me daba en plena cara, Lola debía de haber entrado y abierto las persianas, me incorporé y me puse las zapatillas, entre en el baño y ahí estaba, en el plato de la ducha, mojado totalmente y requemado, pero con toda su estructura todavía intacta, me quede atónito, caí de rodillas y me puse a balbucear, a aporrear, a patalear, hasta que vino el portero y me sacó.
Lola tiro el libro a la basura, pero volvió, el chófer se lo llevó a un contenedor, pero volvió, la ama de llaves lo tiro por la alcantarilla,  pero volvió, el portero lo llevó a una empresa que trituraba archivos y se estropeó la maquina, se lo quedaron para hacerlo más tarde, pero volvió.

- Comisario.
- Si Martinez.
- Tenemos un tipo abajo, que quiere hacer una confesión
-Cómo dice?
- Si, ha venido para confesar un crimen. El asesinato de un tío suyo.
- Es un tipo de pasta, no sé si ha tomado algo y quiere jugar con nosotros.
-Mantenlo un rato en la nevera, y luego bajo.
Si comisario.

6 comentarios:

  1. Como vea ese libro en un anaquel, alcantarilla o trituradora, sepas que no me lo voy a leer.
    Con las pesadillas de tu libro ya tengo bastante.

    Broma. Muy buen texto Alfred. Un abrazo

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    1. Depositado entre unos volúmenes de la enciclopedia británica, que lo retuvo un día, vuelve a estar por los suelos para solaz pataleo, de los becarios de la redacción.
      Un abrazo.

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  2. Me ha encantado tu entrada que te ha inspirado gracias al libro.

    Un beso.

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  3. Gracias por tu comentario, cada lectura inspira un texto para otra.
    Un beso.

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  4. Cuando leí esta historia, no sabía si el verdadero autor era Edgar Allan Poe, o Alfred Comerma.
    Me la leí varias veces, y llegué a la conclusión de que era de Edgar Allan Poe, pues estaba muy bien escrita y con mucho gancho.
    Un día que estaba con Alfred, se lo comenté y me dijo: Pero hombre, la historia es mía, cómo puedes pensar que sea de otro?
    Es que no sabía que estabas al nivel de Edgar Allan Poe.

    Un cordial saludo.

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