El contrabandista

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El Contrabandista

Oía el chocar del agua contra las rocas y gracias a la Luna podía ver un poco, la espuma blanca que se formaba.

Estaba escondido en una oquedad, a salvo de miradas vigilantes y del salpicado que producían las olas más fuertes.

A lo lejos, mar adentro veía las luces de las barcas faenando, ajenas a una de ellas que poco a poco se iba desplazando hacia el acantilado, sin observaciones indiscretas, por parte del resto de la flotilla. 

Calculé que aún tardaría un buen rato, podía liarme un pitillo, pero encenderlo podría delatarme, y eso con mi historial, sería funesto para mi.

La Luna a ratos se escondía tras las nubes, dejándome contemplar una festivalera noche veraniega con todas sus estrellas puestas, destacando como una princesa la Polar.

Aquí frente al mar, todo se reducía a una espera más o menos larga, y una actuación rápida a la hora de coger el alijo que traía la barca.

Recordando mi época en la frontera montañosa, andando por senderos, solo conocidos por nosotros y algunos, por suerte no todos, por nuestros depredadores naturales.

Íbamos con fardos, que parecían pesar un quintal, muchas veces eran utillajes para la industria que empezaban a descollar en nuestro país, a pesar del poco interés puesto por las autoridades para que se desarrollaran, para eso estábamos nosotros, llevando piezas.

Era duro, pero bien pagado, y teníamos la conciencia bastante tranquila, total eran útiles necesarios para trabajar.

Ahora era distinto, cogíamos fardos de tabaco, para evitar impuestos, y eso no me hacía ni fu ni fa, pero eso si, nunca quise saber nada de drogas, lo tenía muy claro.

Contemplando el cielo, tenía una vista espléndida, un hermoso cielo lleno de estrellas, destacando majestuosa mi adorada Osa Mayor, odio que le llamen carro, es una vulgaridad.

He visto unos haces de luz, la patrulla se acerca, están por el camino de ronda, intentando otear i se acerca alguna barca, por suerte son tan ruidosos y con la luz que llevan se les ve enseguida, en el fondo es lo que quieren, para no tener líos.

Normalmente actúan cuando tienen un chivatazo de algo jugoso, las menudencias nuestras no les subyugan lo suficiente y nos dejan hacer.

Pero tampoco se trata de provocarlos claro, sería atentan contra su profesionalidad, nos conocemos las reglas y actuamos en consecuencia.

Esperaré que pasen y haré las señales para que desembarquen el  alijo, a lo mejor hasta me dan un trago, de los de verdad,

Sigo estirado , ofreciendo el mínimo bulto de mi persona , y contemplo el cielo, tengo diez minutos por delante, que dedicaré a ella, la siempre fiel constelación,  la que me ha acompañado en todos mis desplazamientos nocturnos.

Por eso me llaman el enamorado de la Osa Mayor*.


                                              Foto obtenida de internet

*Nota, Homenaje a un libro perdido en la memoria adolescente, que revivo  otra vez al estar paseando frente al mar, siguiendo un camino de ronda.

4 comentarios:

  1. El muchacho leía a Josep Plá. Imaginaba escenarios rocosos, personajes duros, talantes solitarios y la virtud de contemplar la mejor constelación celeste.

    Cuando la vida le llevó a defender el pan con el sudor de su frente, el contrabando de la frontera le deleitó con noches de magia, arrullos de mar y mil historias por empezar a escribir.

    Un abrazo Alfred.

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  2. Sentado en una mesa de bar, rodeado de gente extraña, ya no tenía oyentes para contar sus aventuras nocturnas, los parroquianos actuales ya no eran tales, no se permitían perder el tiempo en un local, mientras la visa se escapa fuera, buscaban su oportunidad de cualquier forma.
    Incluso robandole los recuerdos a un anciano apolillado.
    Un abrazo Albada2!

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  3. Este contrabandista era profundo, con un toque de espiritualidad, que lo aproximaban a la Osa Mayor,tenía principios y en conjunto, lo hacían un ser muy especial.

    Está muy bien escrito oscilando, sin serlo, entre el verso y la prosa.

    Un cordial saludo

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    1. Independientemente de si está mejor o peor escrito, gracias por la valoración, me sentí transportado a mi etapa adolescente, con lectura de libros en los que lo políticamente correcto no existía.
      Un cordial saludo.

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