MOTEL



 Edward Hopper


Motel

El crujir de mis pasos sobre la madera de la escalera a pesar de ir calzado con unas afelpadas zapatillas de suela de goma, presagiaban otra noche sin silencio. Además oía un sordo runrún proveniente del letrero de neón indicando plazas vacías en el motel.   

A breves espacios de tiempo escuchaba el paso de camiones y coches por la carretera, a pesar de ser de poco tránsito, amortiguado por los setos y cipreses que rodeaban aquel caserón antiguo, reconvertido en alojamiento hotelero a pie de ruta.

Seguí subiendo mientras se alejaba el sonido de la cucharilla resonando en la taza del té que el recepcionista dejo de tomar para atenderme.

Una vez instalado en la habitación, recorrí con la mirada el aspecto de la misma, hasta darle el visto bueno, homologable ante cientos de las ya ocupadas, en otros centros, de mi largo recorrer. A veces consideraba, que los dueños de estas instalaciones leían las mismas revistas de decoración, o tenían el mismo proveedor.

El recepcionista me comentó que era el único cliente, dada la época y el lugar no solían instalarse fuera del fin de semana, y aún. 

Desde qué hicieron obras y con un túnel mejoraron la carretera, quedaba fuera de la ruta principal, lo cual hacía que los profesionales de la carretera no fueran a requerir sus servicios.

Para mí era perfecto, la ausencia de vecinos, me producía una sensación de tranquilidad muy agradable, no tener que oír la presencia por pequeña que fuera que delatara compañía me satisfacía.  Deposité mi bolsa encima de una banqueta a pie de la cama, colgué el tabardo en una especie de armario sin puertas, en un estante del cual puse mi pequeña mochila.

Así instalado, sentado en la cama, observe detenidamente el panorama que se me ofrecía desde la ventana, que no era mucho dada la oscuridad de la noche. Abrí el cajón de la mesita y observe una biblia, poco usada.

Me incorpore para ir al baño, pequeño pero completo, con una ducha cuyo plato era una decorativa cerámica, los estantes y colgadores eran de madera trabajada, con unos azulejos de color azul que contrastaba agradablemente con el terrazo del suelo de color arcilla.

Oí vagamente un sonido de motor, que por su cadencia denotaba ser un diesel, en transcurrir tan lento que deduje se trataba de un tractor. ¿Pero quién pasea a aquellas horas con uno? La vida del agricultor por fuerza tiene que ser dura, seguro que querría aprovechar unas horas antes de que helara.

Desde la ventana del baño se veía la parte trasera de la casa, donde estaba el cobertizo, en el cual aparque el coche, al lado de una vieja furgoneta todoterreno, llena de barro por todas partes y con los cristales sucios excepto el trozo que pasan los limpias. A dudas penas se vislumbraba la matrícula, limpiada seguramente con el pie.

Saque mi arma reglamentaria de la mochila, y me puse a limpiarla, me quedaban dos cargadores completos los cuales esperaba fueran suficientes para el lío que tenía entre manos.

A pesar de que había cerrado la puerta con llave, puse una silla contra el picaporte en plan cuña, para evitar fuera abierta de un empujón sin darme tiempo a preparar una defensa.

No esperaba visitas, pero siempre es mejor prevenir y, de eso estaba curado de espantos. Para ejemplo, tenía el cargamento del maletero, con las bajas temperaturas anunciadas, no sufría por él, se conservaría en buen estado hasta su entrega.

Estaba muy bien valorado, lo cual lo hacía muy apetecible para todos los carroñeros, que como yo, se buscaban la vida persiguiendo inadaptados caídos en desgracia, que ni los suyos defienden.







2 comentarios:

  1. Hola Alfred!
    Un texto municioso y con suspense. El final, de novela negra. La trama, está bien pensada. Me ha gustado.

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    1. Hola Enric!
      Totalmente noir ;)
      Me alegro.
      Muchas gracias.

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